viernes, 4 de mayo de 2018

La Resurrección del Mesías.

La Resurrección del Mesías.

Cae la noche sobre Bogotá, sale la luna resplandeciente por entre Guadalupe y Monserrate  cubriendo con un velo de luz la ciudad, no deja ver su cara oscura.
No paraba de llover, granizaba, nadie encontraba el camino de regreso a casa, no era ni por el Trafico ni porque hubieran perdido “La Fe Ciega”, se presagiaba una gran desgracia.
El Pecos, así lo apodaban desde siempre y así lo conocían sus pocos amigos, se había encargado de seleccionarlos cuidadosamente y se ufanaba que eran pocos, tampoco le quedaban enemigos, según el “ ya se habían muerto los hijoputas!”, ese ingenuo había pasado  prácticamente toda su vida profesional grabando sus éxitos.
Bogotá era una ciudad bella, señorial, por allá en los años ochenta, había casas de todos los estilos, Ingles, Francés, Españolas y bonitos edificios, acordes con las alturas normales y tal ves dos rascacielos, uno se incendio unos años antes que empezará la vertiginosa carrera de éxitos uno de sus maestros y que casualidad como en aquel incendio, Armando Plata, que desde un helicóptero narraba la tragedia, hoy desde la plaza de Bolívar seria el maestro de ceremonia de este magno evento de despedida, otra tragedia para la causa del rock nacional.
Todos querían trabajar con el, aseguraban su éxito, pero el solo tenia oídos para sus maestros, había logrado atesorar muchos éxitos con todos y ya viejo añoraba las épocas pasadas, jardineaba, cocinaba y jugaba a la rueda, rueda de pan y canela con los nietos. Se había dejado el pelo largo, tenia cola de caballo blanca, andaba en bluyines y alpargatas no le interesaba mas que sus maestros y presentía que uno había dado su ultimo suspiro. Cual seria?
Sus maestros eran también sus “íntimos amigos”, con unos tomaban polas, con otros se aporreaban con baretos, con algunos unas rayitas, con todos producían música y eran muy felices, había camaradería, francachela y comilona, sobre todo después del bareto. La música brotaba, eran todos unos maestros, sobre todo de la composición, miles de canciones, no se sabía cual escoger y las rotaban unos a otros, cual bareto, toditas esas canciones para ayudarse entre maestros.
Cada maestro tenia su propio cuaderno lleno de letras, magistrales todas, inclusive había bilingües. Eran letras llenas de amor y esperanza, en otras protestaban hasta por las Malvinas, por regla general todas eran éxitos. Solo había que arreglarlas, para eso también tenían grandes arreglistas y todos los maestros eran virtuosos músicos para tocar. Estaban hechos, tenían estudios para grabacion de nivel internacional, debidamente certificado por uno mas grande que ellos, para, así, poder producir, como dios manda, sus bellas canciones; sello de discos que amparaba las producciones y la editora que velaba por los compositores y como todos eran unos maestros estaban disparados. Contaban hasta con parientes y conocidos en la radio y televisión Colombiana que les ayudaron en su ascenso, lo que los maestros creían que era gratis.
Julito furioso indagaba y a todos les colgaba, solo quería hacer eco sobre los pormenores del maestro fallecido. El conocía a los de la vieja guardia, cuando regreso de estudiar y trabajaba en Producciones JES, la productora familiar de TV, había dirigido varios videos para los grupos del Pecos, el le había ayudado en sus necesidades de audio, incluso dejándolo filmar sus programas en sus estudios, todos ganábamos, a los maestros les pagaban su presentación, Julio hacia buenos videos de todos para sus programas y a la productora Neon, le quedaban los copias profesionales de todos los videos de todos sus maestros, lo mismo se hacia con Inravision, y otras programadoras que tenían programas musicales. Todas, convertidas en canales privados, se disponían a despolvorear esos videos del comienzo de “la esencia”, así como los que habían realizado en las ultimas décadas, donde todos habían demostrado que eran unos grandes maestros de talla internacional, hacían giras mundiales, abrían a los grupos grandes en sus conciertos, nunca pararon de grabar y sobre todo de componer canciones que en el mundo de las editoras se peleaban por tenerlas en sus portafolios.
Manolo Bellon, recopilaba todos sus grandes éxitos y se preguntaba de donde tanto éxito, no era que le gustaran, las prefería con mas chicle. Eran muchos discos pero lograría semanas de programas con tan variado, diverso, profundo y vasto material.
En la mañana, apenas el sol salió, la noticia se rego como pólvora, uno de ellos, un gran maestro había fallecido, aunque todavía los medios no lograban descifrar cual de ellos era.
Al Pecos le llego la noticia vía texto y quedo pasmado, no lo podía creer y tocaba preparar el entierro del maestro. Mientras la familia preparaba el cadáver para que se viera bonito y rozagante, como siempre fue, El Pecos preparaba su ultimo gran show, el velorio. Hubo indecisión entre enterrarlo o cremarlo y El Pecos salomónico expreso, no lo requiere, es el mejor de los maestros, el escogido, y se ira ante todos, en cuerpo y alma al infinito, aunque también presentía que por sus pecados veniales le tocaría asistir un ratico a donde un tal Dante, pero que allí lo esperarían unos amigos, que le abrirían el camino y lo conducirían a la siguiente galaxia.
La gorda Fabiola preparaba su crónica en todas las TV’s y Novelas del mundo, Pilar  Castaño, que había pasado varios años “de Placido Domingo” en la época en que los maestros crecían, era, sin duda,  la idónea para narrar las estrafalarias vestimentas de sus acompañantes, que famosos contaban con lindas modelos, prepagos y amigas para saciar el apetito de ellos y tanto músico acompañante, además del ejercito de fans con hippies viejas, rockeras, góticas y rebeldes de moda.
En ese triste momento, se cayo en cuenta que el tiempo pasa implacable y ya todos estaban asentados o muertos. Habían atravesado el camino y los sobrevivientes se asustaron cuando, por fin, vieron al diablo y les acabo la pernicia. Alentados, se convirtieron en maestros y profesores de los “chinos” que seguían y se ensancharía la producción de maestros y música, en teoría.
Sería este su último  gran show,  había que programarlo muy bien, que fuera espectacular, con un diseño de robóticas programadas para que siguieran automáticamente, con sus rayos de luces multicolor a los maestros, que en calle de honor, el publico abriría, como el mar rojo de los diez mandamientos, y entrarían en la plaza para saludar el muerto e ir a cotillar en los camerinos designados para las estrellas, como en los viejos tiempos, llenos de frutas, bebidas frías y calientes, baretos y rayitas, y a esperar su turno en el espectáculo con súper sonido envolvente, pantallas por todos lados  y cientos de técnicos e ingenieros dirigidos por el viejo Toño.
El primero que se presentó fue el Gran Giovanni , a quien no habíamos visto desde hace mucho tiempo y sería el encargado de una iluminación sin precedentes.  Se empeñaba en ponerle luz negra al cajón, decía que, con un poquito de “máquina de humo” se vería como flotando el féretro y además “si el maestro se sonreía, se le verían sus dientes mas blancos”, entre maestros cualquier cosa podía pasar y quien quita que el cadáver sonriera, eso no nos sorprendería, esperábamos todavía cosas mas espectaculares.
Armando venía vestido para la ocasión, traje cruzado, corbata oscura  y una bufanda de seda cubriendo su voz, lo más preciado que tiene. Seria el “maestro de ceremonia” puesto que se había ganado a punta de divulgación y promoción de los éxitos y discos de Plata, de todos los maestros.
Se dispuso que el cortejo, tomara toda la calle real, en contravía entraría a la plaza de Bolívar y en su centro, junto al libertador, se expondría el ataúd sobre un  trono prestado por los curas, de esos que usan en semana santa para promover, por las calles, a los otros maestros.
Se necesitaban los permisos para este magno evento, afortunadamente, en el palacio Lievano ya no estaba Peñalosa y un tal Petro vivía a pocas cuadras de distancia, se respiraba paz y tranquilidad; todo eso que nos auguraban no pasó! ni éramos como Venezuela ni se había acabado el mundo, por el contrario, el panorama se veía mejor y no había ni una sola nube, era imperante que no lloviera aunque, por la envergadura del maestro, estábamos seguros que la gente respondería llueva, truene o relampaguee! No llovió y todo se volvió fiesta y carnaval como cuando ganamos el mundial.
Sacando todos los permisos y de la logística del show estaban encargados Felipe  y Ricardo, que disque ya estaban repartiendo credenciales V.I.P. a todos sus amigos y querían cobrar la entrada a este magno evento. No, enfático dijo el Pecos, solo se cobrarían los derechos de transmisión por todos los medios y plataformas; lo recaudado se destinaria a alguna liga!
Que el entierro sea gratis para toda la gente, esa que tanto miente.
Todos fueron llegando, poquito a poquito, al velorio, que se llevaba a cabo en sus estudios de grabación donde se acumulaba “la gente” y desde allí partiría por La Calle Real, la famosa séptima, en cortejo jalado por potros blancos, muy al estilo Ingles, ese que copiaba en su hablar y cantar para aparentar ser un  gentil hombre británico y lo llevaría, en su ultimo viaje por la séptima, por el carril del transmilenio a la plaza de Bolívar donde todos le presentarían bendiciones y habría en su honor un tributo mas grande que el que hicieron a George Harrison todos sus amigos y compañeros en un concierto donde tocaba hasta el hijo. Aquí no había hijo, había maestritos, porque había dejado una larga lista de jóvenes lambones que lo seguían y tocaban sus múltiples éxitos sin pagar regalías. Con ellos era que, al final de sus días, le había tocado conformar su legendaria banda, estos incipientes músicos eran los únicos que le comían cuento y se sentían bendecidos por compartir sus grandes éxitos. Lloraban amargamente, sabían que había llegado el fin y que solo quedaría la leyenda que aunque mentirosa, era leyenda y ellos podrían exprimirla un poquito, contentos se sobrepusieron, se limpiaron los mocos y se pusieron en fila para la procesión que comenzaba.
Alexei Restrepo, nuestro Keith Richard Colombiano, fue de los primeros en llegar no en vano llevaban 35 años produciendo éxitos y se consideraban “mellizos glamurosos”. 
Compungidos se abrazaron con El Pecos, fue un abrazo profundo y tierno, ambos habían participado en la vertiginosa carrera del maestro, juntos habían estado en los mejores estudios de grabación en el mundo produciendo sus éxitos. La noticia los había alterado, estaban tristes, a ambos se les notaba el dolor, sobre todo a Alexei que parecía una calavera ambulante de esas mismas que usa Keith Richards de pisa papel en su escritorio. Alexei sentía que el debería estar ahí no en vano se fue su  mellizo  glamuroso. De inmediato comenzó las gestiones para acoplar La Super Banda de despedida, la que cerraría el gran espectáculo y daría paso a la expectativa de la resurrección del maestro, será que se daría?
La realeza no podía faltar, no en vano, desde, la invasión británica del “Inglaterra a  go-go volumen 1,2 y 3” habían quedado marcados los chicos ye-yés de ese entonces, los Yetis, Los Speakers, Los Ampex, Los Flipper, eran hijos de esa degeneración. Uno de los encargados de que esa invasión no fuera limpia ni pura y tuviera su dosis de rebeldía e inconformismo fue Sir Andrew Lodham, el padrastro de los Rolling Stones, quienes en acto de soberbia lo abandonaron y  vive feliz refugiado en los brazos de su bella esposa en Bogotá. Distinguidos, el vestido a lo vintage, pasaba desapercibido al lado de la Sra. Farfan, una dama que recordaba a Camila Parker revuelta con la “ Chica picante”, Victoria, la esposa del futbolista churro pero tatuado y nuestra hermosa india Catalina. Se veía espectacular, no en vano fue nuestra única verdadera modelo internacional. Ambos, Ester y Sir Andrew recorrerían el trayecto en reconocimiento y portavoz de la fraternidad de músicos ingleses con los que tanto había colaborado el maestro aportándoles su virtuosismo pero sobre todo sus composiciones, que todos se rapaban como si fueran de Sir Barry Gibb. Por ser un trayecto tan largo se prepararon y trajeron varios tanques de Oxigeno, rock y pop, que hoy se están reencauchando, para que los ayudaran si desfallecían de tanto sofoco Bogotano y tanta gente. A ellos se pego Camilo Pombo, el siempre creyó que pertenecía a la realeza y era el momento de demostrarlo caminando, con ellos, toda la Calle Real.
El cortejo saldría rapidito de los moteles del Norte dónde quedaban sus estudios, pasaría por frente al Cantón de los militares asesinos, los de los falsos positivos, que le rendirían honores militares como a un capitán y  hasta 14 cañonazos bailables le dispararían.
Cuando pasaron por el museo del Chico, la casa de descanso del tío abuelo de El Pecos, un  tal Enrique Perez y su señora Clara Sierra, donde a pocas cuadras vivían, La Banda Nueva que se bajaron del estrato y se acercaron a ver pasar el cortejo, algo muy inusual en ellos que siempre han estado distantes y a diferencia del resto de maestros que habían producido múltiples discos de oro y platino, ellos con tan sólo uno, habían llegado hombro a hombro creyéndose que eran la fe ciega. Se les agradecía su presencia,  subía de estatus el velorio. No irían a la plaza, había mucha gente.

En la desembocadura de la  gran avenida que desde la Calera conduce a la Calle Real esperaba, el cortejo, Doña Gallina precisamente en el edificio de Julio Mario Junior donde sus escoltas la querían matar para el sancocho. Doña Gallina era espectacularmente grande y por eso se salvó. Abogaron, también, por ella los políticos que bajaban del Penthouse de lamer y recibir su tajada, además  sabían que, con la caca tenían su negocio montado, en cubitos la mandaban de alimento a los niños de la Guajira con tan mala suerte que los políticos locales se habían robado el agua para sus piscinas dejando a los niños sin caldo por lo que murieron, a nadie le importó porque no era la hija “techno” de algún general de la gran República.
Se estaba cumpliendo el sueño del libertador, ya casi éramos Colomzuela, la leyes solo se seguían cumpliendo para los pobres y la policía mataba ciudadanos a diestra y siniestra cuando no estaba cuidando a los poderosos o enredados en algún maltrato a una pobre viejecita sin nadita que comer.
Doña Gallina parecía escapada de los inflables gigantes que  usaron  los Rolling Stone en alguna de sus giras o tal ves uno de los animales que también usaron los del fluido rosado en caratulas y presentaciones, de ahí su imponencia y bajo una de sus dos alas acurrucadito estaba su benefactor, quien siendo el único con todos los pergaminos para llamarse maestro humildemente se llamaba Chucho. El, que de verdad había navegado  entre el fluido rosado y  había tocado con los grandes, venía  humildemente vestido con una camiseta estampada con el y Paul arropaditos con el tricolor. El no conocía al maestro, era de otra liga muy superior, pero aprovecharía esta gran marcha para protestar por el maltrato animal y el desperdicio de agua.
En el centro bursátil de la capital los corruptos desde sus oficinas le sacaron pañuelos blancos en solidaridad como a uno de lo suyos. Al pasar por el parque de los hippies, en la 60, todos lo recordaron y en su honor vistieron las túnicas, bailaron sobre pétalos de rosas, quemaron palo santo y vendieron mucha cosa a toda la procesión que a esa altura  ya se tornaba en carnaval
En el Parque Nacional habían montado una pequeña tarima donde las súper notas brincaban abriendo sus piernas como las  había enseñado Jimmy para su show, ese que  le gustaba a mucha gente. Estaban allí esperando unirse al cortejo cuando este pasara por enfrente y mientras tanto, entretenían a la comunidad LGTB, que también se hacía presente porque, quien no haya tenido un pariente maricón o una amiga lesbiana que tire la primera piedra. Cerrarían el cortejo, cual carnaval, toditas bailando samba, mapale y una que otra perriando, como es la moda, mientras llegaban a la plaza de Bolívar donde les tocaría guardar compostura. Antes de llegar  podrían vivir la vida loca por unas cuadras, se echaron harina de varias chuspas y enloquecidas recordaban la discoteca Keops, el centro de operaciones cuando el movimiento empezó y todas excitadas, no lo podían ocultar, como cantaban las Pointer Sisters, dieron la nota alegre al cortejo.
Se oían los  tambores  de los   Amerindios y todas las tribus del sur.  Soacha, Usme, Bosa, Egipto, los Mártires, la Candelaria, las Torres, La Magdalena y el centro, entre otras, conformaban las tribus rockeras de Gustavo Arenas, conocido como el Dr. Rock. Bajaba por la Calle 19, en una balsa de oro, cargado a hombros por sus indios, vestido con tapa rabo, era el cacique de las tribus y venían a ofrecer copias en oro de todos los éxitos del maestro. Era un cortejo inmenso, traía de todo, camisetas, copias de videos, compactos y acetatos. En su cara nativa como de águila del Sumapaz, sobre salía su olfato grande para producir discos de rock, ayudado por un espía maligno.  Iba al entierro con sus tribus que inocentes se comieron el cuento de la existencia de maestros criollos. En la balsa, a su lado, venia Mario García, en representación de Tribu 3, ese exquisito grupo latino que nos dejo una joya y donde participaron muchos en ensayos, conciertos, presentaciones e improvisaciones. Les hicieron camino de honor y se integraron a la inmensa comitiva que enfilaba por la calle real hacia la plaza de Bolívar, que ya estaba a punto de reventar.
San Francisco de Asis se abrió paso entre la gente, la sotana los espantaba, venía con el buen Miguelito acompañado de una pobre viejecita, rín rin renacuajo, doña ratona y el gato con botas. No todo era belleza en Miguel, también disfrutaba de la noche, sobre todo la de Liverpool que lo mantenía vigente y haciendo lo que le gusta, tocar y cantar. Lo acompañaban todos los integrantes que desde siempre lo han acompañado en sus noches de Liverpool. Arrastraba a toda la vieja guardia, muy larga para mencionarlos a todos!
Lejos un pirata aparecía, tal vez salido de Piratas Del Caribe Trece, era un cachaco disfrazado de costeño. Don Augusto, nuestro inmortal bajista, era el que se acercaba,  venía con la Chapetua,  una perla de las islas del Rosario y  el resto de los estrellados, nombre de su banda “Crash”. Aunque nunca habían tocado juntos, eran de bandas enfrentadas en duelo de maestros, habían compartido la misma tarima, las mismas luces, el mismo sonido, el mismo ingeniero y productor.
De pronto apareció  en el cielo un punto negro que se acercaba vertiginosamente hacia la tierra, todos se asustaron menos el Pecos, que sabía quien llegaba. La gente se estremeció pensando que era un meteorito que acabaría el planeta  matándonos a todos. A medida que se acercaba se vislumbraba su auto como el de los supersónicos, una nariz afilada y una gran sonrisa, venia de Marte, Don Guillermo Guzmán, El Marciano. La felicidad entro en la gente como un espíritu santos y los estremeció, se presentía que el gran evento final sería algo nunca visto en la Sabana, ni en tiempos de los caciques. El Marciano recogió a El Pecos en su carro supersónico y juntos sobrevolaron la masa de gente que seguía el cortejo que avanzaba rápido por la calle Real, desde las alturas y visto a vuelo de pájaro era imponente sobre todo  cuando  nos acercamos a la plaza de Bolívar que comenzaba a  llenarse por todos sus costados. Dieron un sobre vuelo extra para terminar de escuchar el disco de Jaco, ese que tan buenos recuerdos les traía y recordaban las grabaciones con Ernie y el maestro, al puro comienzo, en la época del kirieleisón. Aterrizaron en los jardines de Petro para que El Marciano caminara con un poco de humanos de Bogota, que se pegaron al show como buenos políticos, recibiendo bendiciones en camándula ajena.
Todos esos lagartos entraron e inmediatamente se tomaron  los asientos VIP de los amigos de Felipe Santos y su familia, por lo que empezó la pelea entre la gente bien y los decentes por los puestos que habían dejado. El Pecos, los calmo ofreciéndoles ayudarlos en la liga, que es donde estaba la platica, que a la final es lo único que les importa a todos. Contentos empezaron a meter perico por parejo, tanto los de zapatos Ferragamo como los de corbatas Hermes, hasta los hijos de los Crocks, con sus modelos, andaban aspirando por allí. No era el momento para peleas políticas, era de recogimiento, fervor y admiración, por ellos le darían la cruz de Boyacá y lo nombrarían El señor de los anillos, había dejado por lo alto la patria con su larga trayectoria de éxitos, videos, presentaciones y colaboraciones con grandes del mundo entero. También estaban presentes Andrés y Nora, mas feos que de costumbre y, también, Cesar y Ana Milena, cada ves mas gays, ella con su fotógrafa y curadora de arte en legitimó trio y el con alguno de su kínder, todo arreglado, eran felices. En la pecera de vidrios blindados estaba Simon , el bobito, con todos los delfines, mas lagartos, sapos, banqueros, corruptos, contratistas, constructoras, ladrones de cuello blanco y Viena Ruiz en representación de las señoras de los presos por corruptos, hoy día, vistas como las señoras de los mafiosos de antes, son igual de dañinos y deberían tener el mismo tratamiento y repudio social. Apenas cruzo las piernas y les dio el lamparazo dejo atormentados a todos en la pecera.
A la entrada de la carpa VIP los esperaba Hernando Becerra, Ernie, nuestro Carlos Santana criollo, que había abandonado el sabor latino para irse a la raíz del ragge,  y andaba de alerta camarada, una banda que convocaba todos los ritmos y sabores de las islas caribeñas. Cuando se enteró por el Marciano, su viejo amigo y compañero de banda, con el maestro, no lo podían creer.  Hernando y  el Marciano habían sido los primeros en grabar  las composiciones del maestro, se sentaron a recordar que a ellos también en algún momento, el maestro los había tumbado. Ellos junto a Carlos Vela serian los encargados del kirieleisón, aquella memorable banda progresiva que El Pecos había producido cuando apenas eran jóvenes con grandes sueños e ideales y el maestro apenas había tenido un solo encuentro cercano del tercer mundo y se vestía clandestinamente con túnicas, cargaba un palo de escoba como bastón de mando y empezaba a predicar. Que tiempos aquellos que nunca se olvidaran. Ellos tocarían su kirieleisón en el atrio de la catedral y el pianista seria Orlando que no quería tocar con Los Desagradecidos, el grupo donde el Pecos lo había sugerido.
Había dejado de ser la Janis colombiana para convertirse en la abuela del rock nacional. Tania, entro por entre la gente rauda y veloz. Impecablemente vestida de negro y con un sombrero de esos que tienen una malla cubriendo parte de la cara, que le daba el aspecto de una abuela elegante, digna y distante, lo había conseguido en una boutique vintage y era idéntico al famoso usado por Jacqueline en el entierro de su fiel esposo, Jack . Siguiéndola y unos pasos atrás venía, tratando de mantener el paso, el maestro Rendon, quien había apostado por el rock colombiano, era como el Roger Dean del grupo YES, había pintado las carátulas del famoso Génesis y eso era lo mejor de los discos, cuyos integrantes Humberto y Edgar habían tomado la delantera, ellos al menos, tenían en su haber, varios discos de oro con carátulas originales y se habían largado de este mundo. Juancho y Pillo se pegaron al combo de la abuelita con una compañía ilimitada de amigos. Ya lo habían hecho antes cuando hicieron éxito la versión de Génesis,  que ya había sido éxito en  su original por el gato Steven. “Como decirte cuanto te amo”. Fueron directo a la carpa donde Alexei estaba escogiendo los integrantes de Las Super Bandas, no sabia ni por donde empezar, todos querían, el que no estuviera no era maestro por lo que a codazo limpio llegaban a abrazar al mellizo glamuroso, nuestro Keit, ofreciendo su talento.
En el Atrio de la Catedral esperaba, tirada,  una mujer arropada con pañolones negros, hacia recordar esas marchantas de la plaza de mercado de Palo Quemado que vendían alverja  pelada, estaba desconsolada, no paraba de llorar. 
Don Carlos Pinzon, dicen, es el bisabuelo del rock nacional, en su silla rodo por entre el paseíllo que abrieron para que pasara la procesión con el féretro y poder ubicarse destacadamente, como le gusta. Se había ganado el abuelazgó porque en sus años mozos había montado una bomba para explotar conjuntos ye-yes, lo empujaba un lazarillo, el Lizarazo que le había aprendido la explotación del negocio de la juventud moderna. La explotación les duro poco pero el nombre inmerecido de abuelos del rock les perdurara para siempre en las mentes de la gente, esa que tanto miente!
Por entre las sombras se coló una rata grande con el copete peinado a lo Elvis, luciendo, como siempre, sus botas, por lo grande, Doña Ratona, se parecía al gato con botas. Siempre había usado botas, en los 60 ‘s estilo beatle de punta, en las décadas siguientes de media caña y chatas, de punta cuadrada. Hoy usaba tipo “texano” con cuero de lagarto aunque aseguraba que eran de avestruz. Se había cambiado el nombre y venía a cantarle, en español,  al difunto, canciones de antaño, como de cuna, traía sus babies, “Los RaTones” que interpretarían “te quiero, si si si!”
Dentro de la gente, se destaco un coronel de la policía que traía esposada a una dama que parecía una tracto mulá  por la cantidad de llantas que tenia, a todos se les hizo muy raro, no era de las nuestras, hasta que alguno de la vieja guardia la reconocio: No es Marbel, es la propia mula Emilce grito! Y el coronel era su antiguo guardian. Todos creímos que el tal Essgarrr, su nuevo nombre, y antiguo coproductor era el que la había embarcado, ambos se desaparecieron por la misma época y que casualidad hoy, todos nos volveríamos a ver, pero de lejitos.
Alexei, su productor musical y mellizo glamuroso ensamblo dos grandes bandas estelares integradas por todos los maestros que el difunto había amaestrado a lo largo de su brillante carrera, donde se había consolidado luego de 35 años ininterrumpidos de éxitos y giras. El cartel era estelar y  él mismo se encargó de ponerles el nombre según el grado de sentimientos encontrados. 
Tan pronto se vio el cortejo, en las pantallas gigantescas prestadas por Bono, e  instaladas alrededor de toda la plaza y con el sonido envolvente gracias a producciones Vilar y Acuña que donaron su trabajo y equipos para despedir a soberano maestro, ese que tanto trabajo les había dado en sus giras nacionales, se oyó la primera gritería.
Apareció la imagen en pantalla preciso cuándo del carruaje pasaban el cajón al trono e inmediatamente una cuadrilla de lambones se metió debajo y como el trono de semana santa Malagueño cargado por la Legión, al compás de la música, empezaron a andar llevando a brazo alzado, al difunto que afortunadamente era flaquito porque los  lambones andaban desnutridos, les habían robado hasta las regalías, no les importaba querían aparecer en pantalla, así fuera debajo, al menos no estaban encapuchados a lo ku kus aunque algunos portaban las insignias malditas.
Al pasar por el atrio, se oían los desgarradores gritos de aquella mujer que no quería ser reconocida, entre pañolones sollozaba y balbuceaba “hijo hijo”, lloraba como una Magdalena. No se lamentaba porque se le fuera un hijo, ella quería era darle uno y no lo había convencido. Se calmo gracias a Carlitos “el guajiro” y Augusto “ el pirata” que la conocían y la consolaron. Estaba deschavetada, hace un tiempo, predicaba en las redes que para evitar terroristas musulmanes, era mejor cortar por lo sano y “matar los niños refugiados así no se convertirían en terroristas.” Le dieron miles  de madrazos.
La legión de lagartos descanso el trono frente al Atrio.
Vela batería, Becerra guitarra, Guzmán bajo, Betancourt piano y El Pecos sintetizador prestado por el padre de Hernando y estilo Eno, puro colchón o ruido, interpretaron “el kirieleisón”, como en mazmusika, aquel estudio donde grabaron por primera vez.
De pronto, saco unos bongos para tocar con ellos, la dejaron, desde el rincón ni se veía ni se escuchaba, los caribeños le habían subido el ánimo.
Fue un toque intimo, pura esencia, como quinteto de música de cámara.
Del Atrio, a pulso, los lambones alzaron el trono y con el brazo estirado, otra vez, al paso de la música de “los molestos”, fueron hacia el centro de la plaza donde posarían los restos hasta el final del espectáculo, donde cualquier cosa podría pasar. El ultimo movimiento de “ Los Molestos” fue “multo rápido” por lo que la gente ya lo tenia prendido y empezaba a prenderse. Volaron sobre ellos mil doscientas veinte y pico de almas y se instalaron como espíritus santos, formaban una nube de humo con aroma a yerba buena, el mismo aroma de los camaradas que andaban alerta por ahí, por si Hernando deseaba tocar, estaba molesto.
El cartel de las super estrellas se había cerrado Y todos los maestros y aprendices tendrían un ratico en el escenario, se turnarían como en los grandes shows de los verdaderos maestros y tocarían en diferentes grupos o categorías. Después de “Los Molestos” que se lucieron con su obra sinfónica, muy apropiada para la entrada triunfal en la plaza y la vuelta al ruedo seguirían, en este orden, las siguientes categorías: Los Desagradecidos, Los Deplorables y los Ratones. Para el final y como invitados especiales estarían “La pestilencia” y la “oscuridad” presentados por el Dr. Rock.
La gente estaba trabada e ilusionada, rockeros viejos y jóvenes deambulaban esperando el gran show. Se veía movimiento en el vasto escenario y la gente se empezaba a apretar. Mientras tanto, el Marciano, Hernando y el Pecos comían almojábana y obleas donde mick jagger, una viejita con menos arrugas que Mick y que sobre vive gracias a el. Ojala la policía no la coja a trompadas y bolillo por estar vendiendo obleas en la calle a estas alturas de la vida. En otras partes del mundo le pegan un tiro y dicen que era de gracia, en defensa del policía. Siempre han sido brutos pero ahora, además, son brutales en todo el planeta. Esperábamos que hoy, fueran civilizados todos aunque el show iba a continuar como fuera, llueva, truene, relampagueé o nos bombardeen.
Se apagaron todas las luces y desde la penumbra Armando Plata, con su poderosa voz pidió un minuto de silencio en honor al maestro. El silencio fue “Sepultura”, se encendió la luz negra debajo del trono que tenia el féretro y salieron los chorros de humo dando aspecto teatral a ese estremecedor cuadro, tal y como la había diseñado el gran Lanzonni. El minuto paso como soplo divino y la plaza entera entro  en jubilo y a algunos les estallo el éxtasis, Bogotá, del putas Bogotá, gritaba y brincaba la gente, lo que hacia que el cajón saltara a contra tiempo.
A medida que Armando anunciaba los maestros que integraban la gran banda de “los Desagradecidos”  estos iban apareciendo perseguidos por los rayos multicolores de las luces robóticas y su negra conciencia. Conocían al dedillo todos los años de trabajo y sacrificio, habían disfrutado de las mieles y ahora porque la verdad no gusto se disgustaron y como el policía que asesina un joven por la espalda y a mansalva vienen todos  cambian la escena del crimen le ponen un arma al joven y en manada se auto defienden cubriéndose con aquello de la “integridad de cuerpo” o peor, lo que es con el es conmigo. Así son los cuerpos que conforman la gente, esa que tanto miente, y así eran todos los maestros que conformaban esta gran banda de desagradecidos y si que los hubo!
Entre la gente estaban otros, había neurosis, pasaportes, zonas postales, las hermanitas Calle encarnadas en Juanes por lo que entro, en cambio, a Vives lo mandaron para la mierda con sus acordeones, cajas y guacharacas. Un tal Felipe Iragorri quería cantar la canción que lleva componiendo cincuenta años. Juancho y Pillo lo sacaron a patadas con la complacencia del Pecos que conocía bien a ese otro desagradecido y  de paso también le dio su patadón, sabia porque, ni aulló, salió corriendo con el rabo entre las piernas.
El toque fue largo, larguísimo y descoordinado, los maestros estaban gaga, la época   gogo ya los había atropellado, eran músicos viejos viviendo del pasado, no tenían nadita que re-editar, solo retratos, recuerdos y ensayos mal grabados, pero eran los maestros y eso no se podía olvidar. Recordaban a los serénateros, esos tríos de viejos que llegaban con el marido borracho a cantar sin ti y contigo aprendí, hoy amplificados son el Juanes copiando las Calle o Vives al asesino Diomedes.
La gente lo noto y se cabreo, empezaron los chiflidos. La comunidad gay se fue despacito, muy despacito, iban a perrear a otro lado. A los ochenteros se les hizo frondia la exhibición de prepotencia, eran los que chiflaban y los nueva ola, extasiada, esperaba, sabían que algo tenia que pasar, no los podían dejar así.
Los Deplorables, cuyos integrantes participaron dia a dia cocinando los éxitos,  decidieron no exponerse ante un publico tan hostil y se fueron despacito muy despacito, eran los que conocían al dedillo los pormenores y con todo y eso “se hacían los webones” eran fieles jihadistas y morirían ciegos, sordos y mudos, no eran mas que hipócritas.
La gente estaba peor, los de la pecera blindada empezaron a llamar sus escoltas y asesinos, tanques estilo Tarkus con caparazón de armadillos empezaban a rodear la plaza, sabían que cualquier cosa podía pasar.
Al Essgarrr, la rata con botas y madre de los ratones, tan pronto grito desafinado, te quiero, si , si, si… le llovieron botellas y como su nombre lo indica salieron pitados.
Ya solo quedaban los invitados especiales a cargo del cacique de las tribus, el Dr. Rock, La Oscuridad junto a la Pestilencia.
Armando Plata despidió a “Los Deplorables” sintiendo que no se atrevieran a tocar, eran unos cobardes e hipócritas que se creían los padres de los maestros y la verdad poco tenían que ofrecer. Dio paso a los invitados especiales presentados por el cacique de las tribus.
El Dr. Rock subió al escenario con sus dos grupos, la luz del seguidor lo encandelillo estallándole un acido olvidado en sus neuronas y lo vio todo clarito, miro a la gente con desprecio, como lo que eran, allí estaban representados todos los espías malignos, se volteo, se subió el tapa rabo y cual Mokus les enseño el hoyo soplador, con tan mala suerte que días antes había cocinado en su olla de barro una mazamorra y la pestilencia invadió la plaza y la oscuridad fue total. Las tribus enloquecieron y fue allí, en ese preciso momento cuando una luz fue saliendo del cajón a medida que este se abría. Los indios cayeron de rodillas, como cuando vieron el primer espejo, a todos trabados se le apareció el divino niño.
Volvía a tener razón el gran Lanzoni, la luz negra hacia ver la sonrisa de oreja a oreja de un niño divina, ya no era el viejo tembloroso, había reencarnado en un niño vigoroso y se disponía a subir a los cielos, a sentarse a la diestra de otro maestro y desde allí conducir su rebaño hacia el estrellato. Todo era verdad y el tal Pecos se sintió muy mal, no había creído nunca en nada ni en nadie y esto le había corrido el suelo. Compungido y arrepentido le pidió a ese nuevo divino niño que no lo desamparara ni de noche ni de día.
Lo que nadie sabia es que era todo ilusión, el gran lanzoni, la había hecho otra ves. Cuando la Pestilencia y la Oscuridad pasaron y se volvió a la realidad la gente se alboroto, quemaron el palacio de justicia y los Tarkus aplastaron lo que encontraron.
Un buitre coto rojo, que cuando revoloteo sobre la gente, creyeron que era el Cóndor de los Andes que también venia a rendir pleitesía al maestro, aprovecho y entre sus garras al niño se llevo, terminando este en Doña Juana, alimentando unos polluelos en extinción del buitre coto rojo, que gracias a este maestro ponía a disposición del botadero ocho nuevos pichones.
Todo fue caos y destrucción, como las caratulas de los metaleros, hubo muertos y desaparecidos, entre los quemados apareció un desechable, lo reconocieron por su nariz de judío aunque ellos lo niegan, dicen que era muy estúpido para ser judío, pero fue gracias a ese estúpido que el maestro logro publicar sus éxitos y juntos pasaron a la historia del rock nacional como miserables ladrones de cuello blanco.
Con la ascensión a los cielos, gracias al coto rojo, el maestro paso a nuevas ligas, se convirtió en el primer mesías colombiano que resucitaba.
La viejita ya no vendía obleas jagger, la policía le habían destrozado el carrito y le habían dado bolillo por vender en la calle. Desilusionada de la vida decidió cambiar de producto, ahora vendía estampitas del divino mesías, ese que un espíritu santo coto rojo había llevado a la diestra del santo padre y ella guardaba entre las tetas las estampitas que vendía, junto a la cosa, por si llegaba la policía.
Mi amorcito, amorcito decía, mientras me sacudía, mi bella esposa, abrí los ojos y la vi sonriendo.
Con quien sueñas que estas como convulsionando, tranquilo… ya paso!
Uff, tuve un sueño increíble!
Escríbelo propuso
Brinque de la cama

Cae la noche sobre Bogotá…