La Resurrección del Mesías.
Cae la noche sobre Bogotá, sale
la luna resplandeciente por entre Guadalupe y Monserrate cubriendo con un velo de luz la ciudad, no
deja ver su cara oscura.
No paraba de llover, granizaba,
nadie encontraba el camino de regreso a casa, no era ni por el Trafico ni porque hubieran perdido “La Fe Ciega”, se presagiaba una gran
desgracia.
El Pecos, así lo apodaban desde
siempre y así lo conocían sus pocos amigos, se había encargado de seleccionarlos
cuidadosamente y se ufanaba que eran pocos, tampoco le quedaban enemigos, según
el “ ya se habían muerto los hijoputas!”, ese ingenuo había pasado prácticamente toda su vida profesional
grabando sus éxitos.
Bogotá era una ciudad bella,
señorial, por allá en los años ochenta, había casas de todos los estilos,
Ingles, Francés, Españolas y bonitos edificios, acordes con las alturas
normales y tal ves dos rascacielos, uno se incendio unos años antes que empezará
la vertiginosa carrera de éxitos uno de sus maestros y que casualidad como en
aquel incendio, Armando Plata, que desde un helicóptero narraba la tragedia,
hoy desde la plaza de Bolívar seria el maestro de ceremonia de este magno
evento de despedida, otra tragedia para la causa del rock nacional.
Todos querían trabajar con el,
aseguraban su éxito, pero el solo tenia oídos para sus maestros, había logrado
atesorar muchos éxitos con todos y ya viejo añoraba las épocas pasadas, jardineaba,
cocinaba y jugaba a la rueda, rueda de pan y canela con los nietos. Se había
dejado el pelo largo, tenia cola de caballo blanca, andaba en bluyines y
alpargatas no le interesaba mas que sus maestros y presentía que uno había dado
su ultimo suspiro. Cual seria?
Sus maestros eran también sus “íntimos
amigos”, con unos tomaban polas, con otros se aporreaban con baretos, con
algunos unas rayitas, con todos producían música y eran muy felices, había
camaradería, francachela y comilona, sobre todo después del bareto. La música
brotaba, eran todos unos maestros, sobre todo de la composición, miles de
canciones, no se sabía cual escoger y las rotaban unos a otros, cual bareto,
toditas esas canciones para ayudarse entre maestros.
Cada maestro tenia su propio
cuaderno lleno de letras, magistrales todas, inclusive había bilingües. Eran
letras llenas de amor y esperanza, en otras protestaban hasta por las Malvinas,
por regla general todas eran éxitos. Solo había que arreglarlas, para eso
también tenían grandes arreglistas y todos los maestros eran virtuosos músicos
para tocar. Estaban hechos, tenían estudios para grabacion de nivel
internacional, debidamente certificado por uno mas grande que ellos, para, así,
poder producir, como dios manda, sus bellas canciones; sello de discos que
amparaba las producciones y la editora que velaba por los compositores y como
todos eran unos maestros estaban disparados. Contaban hasta con parientes y
conocidos en la radio y televisión Colombiana que les ayudaron en su ascenso,
lo que los maestros creían que era gratis.
Julito furioso indagaba y a
todos les colgaba, solo quería hacer eco sobre los pormenores del maestro
fallecido. El conocía a los de la vieja guardia, cuando regreso de estudiar y
trabajaba en Producciones JES, la productora familiar de TV, había dirigido
varios videos para los grupos del Pecos, el le había ayudado en sus necesidades
de audio, incluso dejándolo filmar sus programas en sus estudios, todos
ganábamos, a los maestros les pagaban su presentación, Julio hacia buenos videos
de todos para sus programas y a la productora Neon, le quedaban los copias
profesionales de todos los videos de todos sus maestros, lo mismo se hacia con
Inravision, y otras programadoras que tenían programas musicales. Todas,
convertidas en canales privados, se disponían a despolvorear esos videos del
comienzo de “la esencia”, así como los que habían realizado en las ultimas
décadas, donde todos habían demostrado que eran unos grandes maestros de talla
internacional, hacían giras mundiales, abrían a los grupos grandes en sus
conciertos, nunca pararon de grabar y sobre todo de componer canciones que en el
mundo de las editoras se peleaban por tenerlas en sus portafolios.
Manolo Bellon, recopilaba todos
sus grandes éxitos y se preguntaba de donde tanto éxito, no era que le gustaran,
las prefería con mas chicle. Eran muchos discos pero lograría semanas de
programas con tan variado, diverso, profundo y vasto material.
En la mañana, apenas el sol
salió, la noticia se rego como pólvora, uno de ellos, un gran maestro había
fallecido, aunque todavía los medios no lograban descifrar cual de ellos era.
Al Pecos le llego la noticia vía
texto y quedo pasmado, no lo podía creer y tocaba preparar el entierro del
maestro. Mientras la familia preparaba el cadáver para que se viera bonito y rozagante,
como siempre fue, El Pecos preparaba su ultimo gran show, el velorio. Hubo indecisión
entre enterrarlo o cremarlo y El Pecos salomónico expreso, no lo requiere, es
el mejor de los maestros, el escogido, y se ira ante todos, en cuerpo y alma al
infinito, aunque también presentía que por sus pecados veniales le tocaría
asistir un ratico a donde un tal Dante, pero que allí lo esperarían unos amigos,
que le abrirían el camino y lo conducirían a la siguiente galaxia.
La gorda Fabiola preparaba su
crónica en todas las TV’s y Novelas del mundo, Pilar Castaño, que había pasado varios años “de
Placido Domingo” en la época en que los maestros crecían, era, sin duda, la idónea para narrar las estrafalarias
vestimentas de sus acompañantes, que famosos contaban con lindas modelos,
prepagos y amigas para saciar el apetito de ellos y tanto músico acompañante,
además del ejercito de fans con hippies viejas, rockeras, góticas y rebeldes de
moda.
En ese triste momento, se cayo
en cuenta que el tiempo pasa implacable y ya todos estaban asentados o muertos.
Habían atravesado el camino y los sobrevivientes se asustaron cuando, por fin,
vieron al diablo y les acabo la pernicia. Alentados, se convirtieron en
maestros y profesores de los “chinos” que seguían y se ensancharía la
producción de maestros y música, en teoría.
Sería este su último gran show,
había que programarlo muy bien, que fuera espectacular, con un diseño de
robóticas programadas para que siguieran automáticamente, con sus rayos de
luces multicolor a los maestros, que en calle de honor, el publico abriría,
como el mar rojo de los diez mandamientos, y entrarían en la plaza para saludar
el muerto e ir a cotillar en los camerinos designados para las estrellas, como
en los viejos tiempos, llenos de frutas, bebidas frías y calientes, baretos y
rayitas, y a esperar su turno en el espectáculo con súper sonido envolvente,
pantallas por todos lados y cientos de
técnicos e ingenieros dirigidos por el viejo Toño.
El primero que se presentó fue
el Gran Giovanni , a quien no habíamos visto desde hace mucho tiempo y sería el
encargado de una iluminación sin precedentes.
Se empeñaba en ponerle luz negra al cajón, decía que, con un poquito de
“máquina de humo” se vería como flotando el féretro y además “si el maestro se
sonreía, se le verían sus dientes mas blancos”, entre maestros cualquier cosa
podía pasar y quien quita que el cadáver sonriera, eso no nos sorprendería,
esperábamos todavía cosas mas espectaculares.
Armando venía vestido para la
ocasión, traje cruzado, corbata oscura y
una bufanda de seda cubriendo su voz, lo más preciado que tiene. Seria el
“maestro de ceremonia” puesto que se había ganado a punta de divulgación y
promoción de los éxitos y discos de Plata, de todos los maestros.
Se dispuso que el cortejo,
tomara toda la calle real, en contravía entraría a la plaza de Bolívar y en su
centro, junto al libertador, se expondría el ataúd sobre un trono prestado por los curas, de esos que
usan en semana santa para promover, por las calles, a los otros maestros.
Se necesitaban los permisos para
este magno evento, afortunadamente, en el palacio Lievano ya no estaba Peñalosa
y un tal Petro vivía a pocas cuadras de distancia, se respiraba paz y tranquilidad;
todo eso que nos auguraban no pasó! ni éramos como Venezuela ni se había
acabado el mundo, por el contrario, el panorama se veía mejor y no había ni una
sola nube, era imperante que no lloviera aunque, por la envergadura del maestro,
estábamos seguros que la gente respondería llueva, truene o relampaguee! No llovió
y todo se volvió fiesta y carnaval como cuando ganamos el mundial.
Sacando todos los permisos y de la
logística del show estaban encargados Felipe y Ricardo, que disque ya estaban repartiendo
credenciales V.I.P. a todos sus amigos y querían cobrar la entrada a este magno
evento. No, enfático dijo el Pecos, solo se cobrarían los derechos de
transmisión por todos los medios y plataformas; lo recaudado se destinaria a
alguna liga!
Que el entierro sea gratis para
toda la gente, esa que tanto miente.
Todos fueron llegando, poquito a
poquito, al velorio, que se llevaba a cabo en sus estudios de grabación donde
se acumulaba “la gente” y desde allí partiría por La Calle Real, la famosa
séptima, en cortejo jalado por potros blancos, muy al estilo Ingles, ese que
copiaba en su hablar y cantar para aparentar ser un gentil hombre británico y lo llevaría, en su
ultimo viaje por la séptima, por el carril del transmilenio a la plaza de Bolívar
donde todos le presentarían bendiciones y habría en su honor un tributo mas
grande que el que hicieron a George Harrison todos sus amigos y compañeros en
un concierto donde tocaba hasta el hijo. Aquí no había hijo, había maestritos,
porque había dejado una larga lista de jóvenes lambones que lo seguían y
tocaban sus múltiples éxitos sin pagar regalías. Con ellos era que, al final de
sus días, le había tocado conformar su legendaria banda, estos incipientes
músicos eran los únicos que le comían cuento y se sentían bendecidos por
compartir sus grandes éxitos. Lloraban amargamente, sabían que había llegado el
fin y que solo quedaría la leyenda que aunque mentirosa, era leyenda y ellos
podrían exprimirla un poquito, contentos se sobrepusieron, se limpiaron los
mocos y se pusieron en fila para la procesión que comenzaba.
Alexei Restrepo, nuestro Keith
Richard Colombiano, fue de los primeros en llegar no en vano llevaban 35 años
produciendo éxitos y se consideraban “mellizos glamurosos”.
Compungidos se abrazaron con El
Pecos, fue un abrazo profundo y tierno, ambos habían participado en la
vertiginosa carrera del maestro, juntos habían estado en los mejores estudios
de grabación en el mundo produciendo sus éxitos. La noticia los había alterado,
estaban tristes, a ambos se les notaba el dolor, sobre todo a Alexei que parecía
una calavera ambulante de esas mismas que usa Keith Richards de pisa papel en
su escritorio. Alexei sentía que el debería estar ahí no en vano se fue su mellizo
glamuroso. De inmediato comenzó las gestiones para acoplar La Super
Banda de despedida, la que cerraría el gran espectáculo y daría paso a la
expectativa de la resurrección del maestro, será que se daría?
La realeza no podía faltar, no
en vano, desde, la invasión británica del “Inglaterra a go-go volumen 1,2 y 3” habían quedado
marcados los chicos ye-yés de ese entonces, los Yetis, Los Speakers, Los Ampex,
Los Flipper, eran hijos de esa degeneración. Uno de los encargados de que esa
invasión no fuera limpia ni pura y tuviera su dosis de rebeldía e inconformismo
fue Sir Andrew Lodham, el padrastro de los Rolling Stones, quienes en acto de soberbia
lo abandonaron y vive feliz refugiado en
los brazos de su bella esposa en Bogotá. Distinguidos, el vestido a lo vintage, pasaba desapercibido al lado de
la Sra. Farfan, una dama que recordaba a Camila Parker revuelta con la “ Chica
picante”, Victoria, la esposa del futbolista churro pero tatuado y nuestra
hermosa india Catalina. Se veía espectacular, no en vano fue nuestra única
verdadera modelo internacional. Ambos, Ester y Sir Andrew recorrerían el
trayecto en reconocimiento y portavoz de la fraternidad de músicos ingleses con
los que tanto había colaborado el maestro aportándoles su virtuosismo pero
sobre todo sus composiciones, que todos se rapaban como si fueran de Sir Barry
Gibb. Por ser un trayecto tan largo se prepararon y trajeron varios tanques de
Oxigeno, rock y pop, que hoy se están reencauchando, para que los ayudaran si
desfallecían de tanto sofoco Bogotano y tanta gente. A ellos se pego Camilo
Pombo, el siempre creyó que pertenecía a la realeza y era el momento de
demostrarlo caminando, con ellos, toda la Calle Real.
El cortejo saldría rapidito de
los moteles del Norte dónde quedaban sus estudios, pasaría por frente al Cantón
de los militares asesinos, los de los falsos positivos, que le rendirían
honores militares como a un capitán y
hasta 14 cañonazos bailables le dispararían.
Cuando pasaron por el museo del
Chico, la casa de descanso del tío abuelo de El Pecos, un tal Enrique Perez y su señora Clara Sierra, donde
a pocas cuadras vivían, La Banda Nueva que se bajaron del estrato y se
acercaron a ver pasar el cortejo, algo muy inusual en ellos que siempre han
estado distantes y a diferencia del resto de maestros que habían producido
múltiples discos de oro y platino, ellos con tan sólo uno, habían llegado
hombro a hombro creyéndose que eran la fe ciega. Se les agradecía su
presencia, subía de estatus el velorio.
No irían a la plaza, había mucha gente.
En la desembocadura de la gran avenida que desde la Calera conduce a la
Calle Real esperaba, el cortejo, Doña Gallina precisamente en el edificio de
Julio Mario Junior donde sus escoltas la querían matar para el sancocho. Doña Gallina
era espectacularmente grande y por eso se salvó. Abogaron, también, por ella
los políticos que bajaban del Penthouse de lamer y recibir su tajada,
además sabían que, con la caca tenían su
negocio montado, en cubitos la mandaban de alimento a los niños de la Guajira
con tan mala suerte que los políticos locales se habían robado el agua para sus
piscinas dejando a los niños sin caldo por lo que murieron, a nadie le importó
porque no era la hija “techno” de algún general de la gran República.
Se estaba cumpliendo el sueño
del libertador, ya casi éramos Colomzuela, la leyes solo se seguían cumpliendo
para los pobres y la policía mataba ciudadanos a diestra y siniestra cuando no
estaba cuidando a los poderosos o enredados en algún maltrato a una pobre viejecita
sin nadita que comer.
Doña Gallina parecía escapada de
los inflables gigantes que usaron los Rolling Stone en alguna de sus giras o
tal ves uno de los animales que también usaron los del fluido rosado en
caratulas y presentaciones, de ahí su imponencia y bajo una de sus dos alas
acurrucadito estaba su benefactor, quien siendo el único con todos los
pergaminos para llamarse maestro humildemente se llamaba Chucho. El, que de
verdad había navegado entre el fluido
rosado y había tocado con los grandes,
venía humildemente vestido con una
camiseta estampada con el y Paul arropaditos con el tricolor. El no conocía al
maestro, era de otra liga muy superior, pero aprovecharía esta gran marcha para
protestar por el maltrato animal y el desperdicio de agua.
En el centro bursátil de la
capital los corruptos desde sus oficinas le sacaron pañuelos blancos en
solidaridad como a uno de lo suyos. Al pasar por el parque de los hippies, en
la 60, todos lo recordaron y en su honor vistieron las túnicas, bailaron sobre
pétalos de rosas, quemaron palo santo y vendieron mucha cosa a toda la
procesión que a esa altura ya se tornaba
en carnaval
En el Parque Nacional habían
montado una pequeña tarima donde las súper notas brincaban abriendo sus piernas
como las había enseñado Jimmy para su
show, ese que le gustaba a mucha gente.
Estaban allí esperando unirse al cortejo cuando este pasara por enfrente y
mientras tanto, entretenían a la comunidad LGTB, que también se hacía presente
porque, quien no haya tenido un pariente maricón o una amiga lesbiana que tire
la primera piedra. Cerrarían el cortejo, cual carnaval, toditas bailando samba,
mapale y una que otra perriando, como es la moda, mientras llegaban a la plaza
de Bolívar donde les tocaría guardar compostura. Antes de llegar podrían vivir la vida loca por unas cuadras,
se echaron harina de varias chuspas y enloquecidas recordaban la discoteca
Keops, el centro de operaciones cuando el movimiento empezó y todas excitadas, no
lo podían ocultar, como cantaban las Pointer Sisters, dieron la nota alegre al
cortejo.
Se oían los tambores
de los Amerindios y todas las
tribus del sur. Soacha, Usme, Bosa,
Egipto, los Mártires, la Candelaria, las Torres, La Magdalena y el centro,
entre otras, conformaban las tribus rockeras de Gustavo Arenas, conocido como
el Dr. Rock. Bajaba por la Calle 19, en una balsa de oro, cargado a hombros por
sus indios, vestido con tapa rabo, era el cacique de las tribus y venían a
ofrecer copias en oro de todos los éxitos del maestro. Era un cortejo inmenso,
traía de todo, camisetas, copias de videos, compactos y acetatos. En su cara
nativa como de águila del Sumapaz, sobre salía su olfato grande para producir
discos de rock, ayudado por un espía maligno.
Iba al entierro con sus tribus que inocentes se comieron el cuento de la
existencia de maestros criollos. En la balsa, a su lado, venia Mario García, en
representación de Tribu 3, ese exquisito grupo latino que nos dejo una joya y
donde participaron muchos en ensayos, conciertos, presentaciones e
improvisaciones. Les hicieron camino de honor y se integraron a la inmensa
comitiva que enfilaba por la calle real hacia la plaza de Bolívar, que ya
estaba a punto de reventar.
San Francisco de Asis se abrió
paso entre la gente, la sotana los espantaba, venía con el buen Miguelito
acompañado de una pobre viejecita, rín rin renacuajo, doña ratona y el gato con
botas. No todo era belleza en Miguel, también disfrutaba de la noche, sobre
todo la de Liverpool que lo mantenía vigente y haciendo lo que le gusta, tocar
y cantar. Lo acompañaban todos los integrantes que desde siempre lo han
acompañado en sus noches de Liverpool. Arrastraba a toda la vieja guardia, muy
larga para mencionarlos a todos!
Lejos un pirata aparecía, tal
vez salido de Piratas Del Caribe Trece,
era un cachaco disfrazado de costeño. Don Augusto, nuestro inmortal bajista,
era el que se acercaba, venía con la
Chapetua, una perla de las islas del
Rosario y el resto de los estrellados, nombre
de su banda “Crash”. Aunque nunca habían tocado juntos, eran de bandas
enfrentadas en duelo de maestros, habían compartido la misma tarima, las mismas
luces, el mismo sonido, el mismo ingeniero y productor.
De pronto apareció en el cielo un punto negro que se acercaba
vertiginosamente hacia la tierra, todos se asustaron menos el Pecos, que sabía
quien llegaba. La gente se estremeció pensando que era un meteorito que
acabaría el planeta matándonos a todos.
A medida que se acercaba se vislumbraba su auto como el de los supersónicos,
una nariz afilada y una gran sonrisa, venia de Marte, Don Guillermo Guzmán, El
Marciano. La felicidad entro en la gente como un espíritu santos y los
estremeció, se presentía que el gran evento final sería algo nunca visto en la
Sabana, ni en tiempos de los caciques. El Marciano recogió a El Pecos en su
carro supersónico y juntos sobrevolaron la masa de gente que seguía el cortejo
que avanzaba rápido por la calle Real, desde las alturas y visto a vuelo de
pájaro era imponente sobre todo
cuando nos acercamos a la plaza
de Bolívar que comenzaba a llenarse por
todos sus costados. Dieron un sobre vuelo extra para terminar de escuchar el
disco de Jaco, ese que tan buenos recuerdos les traía y recordaban las
grabaciones con Ernie y el maestro, al puro comienzo, en la época del
kirieleisón. Aterrizaron en los jardines de Petro para que El Marciano caminara
con un poco de humanos de Bogota, que se pegaron al show como buenos políticos,
recibiendo bendiciones en camándula ajena.
Todos esos lagartos entraron e
inmediatamente se tomaron los asientos
VIP de los amigos de Felipe Santos y su familia, por lo que empezó la pelea
entre la gente bien y los decentes por los puestos que habían dejado. El Pecos,
los calmo ofreciéndoles ayudarlos en la liga, que es donde estaba la platica,
que a la final es lo único que les importa a todos. Contentos empezaron a meter
perico por parejo, tanto los de zapatos Ferragamo como los de corbatas Hermes,
hasta los hijos de los Crocks, con sus modelos, andaban aspirando por allí. No
era el momento para peleas políticas, era de recogimiento, fervor y admiración,
por ellos le darían la cruz de Boyacá y lo nombrarían El señor de los anillos,
había dejado por lo alto la patria con su larga trayectoria de éxitos, videos,
presentaciones y colaboraciones con grandes del mundo entero. También estaban
presentes Andrés y Nora, mas feos que de costumbre y, también, Cesar y Ana
Milena, cada ves mas gays, ella con su fotógrafa y curadora de arte en legitimó
trio y el con alguno de su kínder, todo arreglado, eran felices. En la pecera
de vidrios blindados estaba Simon , el bobito, con todos los delfines, mas lagartos,
sapos, banqueros, corruptos, contratistas, constructoras, ladrones de cuello
blanco y Viena Ruiz en representación de las señoras de los presos por
corruptos, hoy día, vistas como las señoras de los mafiosos de antes, son igual
de dañinos y deberían tener el mismo tratamiento y repudio social. Apenas cruzo
las piernas y les dio el lamparazo dejo atormentados a todos en la pecera.
A la entrada de la carpa VIP los
esperaba Hernando Becerra, Ernie, nuestro Carlos Santana criollo, que había
abandonado el sabor latino para irse a la raíz del ragge, y andaba de alerta camarada, una banda que
convocaba todos los ritmos y sabores de las islas caribeñas. Cuando se enteró
por el Marciano, su viejo amigo y compañero de banda, con el maestro, no lo
podían creer. Hernando y el Marciano habían sido los primeros en
grabar las composiciones del maestro, se
sentaron a recordar que a ellos también en algún momento, el maestro los había
tumbado. Ellos junto a Carlos Vela serian los encargados del kirieleisón,
aquella memorable banda progresiva que El Pecos había producido cuando apenas
eran jóvenes con grandes sueños e ideales y el maestro apenas había tenido un
solo encuentro cercano del tercer mundo y se vestía clandestinamente con
túnicas, cargaba un palo de escoba como bastón de mando y empezaba a predicar.
Que tiempos aquellos que nunca se olvidaran. Ellos tocarían su kirieleisón en
el atrio de la catedral y el pianista seria Orlando que no quería tocar con Los Desagradecidos, el grupo donde el Pecos
lo había sugerido.
Había dejado de ser la Janis
colombiana para convertirse en la abuela del rock nacional. Tania, entro por
entre la gente rauda y veloz. Impecablemente vestida de negro y con un sombrero
de esos que tienen una malla cubriendo parte de la cara, que le daba el aspecto
de una abuela elegante, digna y distante, lo había conseguido en una boutique
vintage y era idéntico al famoso usado por Jacqueline en el entierro de su fiel
esposo, Jack . Siguiéndola y unos pasos atrás venía, tratando de mantener el
paso, el maestro Rendon, quien había apostado por el rock colombiano, era como el
Roger Dean del grupo YES, había pintado las carátulas del famoso Génesis y eso
era lo mejor de los discos, cuyos integrantes Humberto y Edgar habían tomado la
delantera, ellos al menos, tenían en su haber, varios discos de oro con
carátulas originales y se habían largado de este mundo. Juancho y Pillo se
pegaron al combo de la abuelita con una compañía ilimitada de amigos. Ya lo
habían hecho antes cuando hicieron éxito la versión de Génesis, que ya había sido éxito en su original por el gato Steven. “Como decirte
cuanto te amo”. Fueron directo a la carpa donde Alexei estaba escogiendo los
integrantes de Las Super Bandas, no sabia ni por donde empezar, todos querían,
el que no estuviera no era maestro por lo que a codazo limpio llegaban a
abrazar al mellizo glamuroso, nuestro Keit, ofreciendo su talento.
En el Atrio de la Catedral
esperaba, tirada, una mujer arropada con
pañolones negros, hacia recordar esas marchantas de la plaza de mercado de Palo
Quemado que vendían alverja pelada,
estaba desconsolada, no paraba de llorar.
Don Carlos Pinzon, dicen, es el bisabuelo
del rock nacional, en su silla rodo por entre el paseíllo que abrieron para que
pasara la procesión con el féretro y poder ubicarse destacadamente, como le
gusta. Se había ganado el abuelazgó porque en sus años mozos había montado una
bomba para explotar conjuntos ye-yes, lo empujaba un lazarillo, el Lizarazo que
le había aprendido la explotación del negocio de la juventud moderna. La
explotación les duro poco pero el nombre inmerecido de abuelos del rock les
perdurara para siempre en las mentes de la gente, esa que tanto miente!
Por entre las sombras se coló
una rata grande con el copete peinado a lo Elvis, luciendo, como siempre, sus
botas, por lo grande, Doña Ratona, se parecía al gato con botas. Siempre había
usado botas, en los 60 ‘s estilo beatle de punta, en las décadas siguientes de
media caña y chatas, de punta cuadrada. Hoy usaba tipo “texano” con cuero de
lagarto aunque aseguraba que eran de avestruz. Se había cambiado el nombre y
venía a cantarle, en español, al
difunto, canciones de antaño, como de cuna, traía sus babies, “Los RaTones” que
interpretarían “te quiero, si si si!”
Dentro de la gente, se destaco
un coronel de la policía que traía esposada a una dama que parecía una tracto
mulá por la cantidad de llantas que
tenia, a todos se les hizo muy raro, no era de las nuestras, hasta que alguno
de la vieja guardia la reconocio: No es Marbel, es la propia mula Emilce grito!
Y el coronel era su antiguo guardian. Todos creímos que el tal Essgarrr, su
nuevo nombre, y antiguo coproductor era el que la había embarcado, ambos se
desaparecieron por la misma época y que casualidad hoy, todos nos volveríamos a
ver, pero de lejitos.
Alexei, su productor musical y
mellizo glamuroso ensamblo dos grandes bandas estelares integradas por todos
los maestros que el difunto había amaestrado a lo largo de su brillante carrera,
donde se había consolidado luego de 35 años ininterrumpidos de éxitos y giras.
El cartel era estelar y él mismo se
encargó de ponerles el nombre según el grado de sentimientos encontrados.
Tan pronto se vio el cortejo, en
las pantallas gigantescas prestadas por Bono, e instaladas alrededor de toda la plaza y con el
sonido envolvente gracias a producciones Vilar y Acuña que donaron su trabajo y
equipos para despedir a soberano maestro, ese que tanto trabajo les había dado
en sus giras nacionales, se oyó la primera gritería.
Apareció la imagen en pantalla
preciso cuándo del carruaje pasaban el cajón al trono e inmediatamente una
cuadrilla de lambones se metió debajo y como el trono de semana santa Malagueño
cargado por la Legión, al compás de la música, empezaron a andar llevando a brazo
alzado, al difunto que afortunadamente era flaquito porque los lambones andaban desnutridos, les habían
robado hasta las regalías, no les importaba querían aparecer en pantalla, así
fuera debajo, al menos no estaban encapuchados a lo ku kus aunque algunos
portaban las insignias malditas.
Al pasar por el atrio, se oían
los desgarradores gritos de aquella mujer que no quería ser reconocida, entre
pañolones sollozaba y balbuceaba “hijo hijo”, lloraba como una Magdalena. No se
lamentaba porque se le fuera un hijo, ella quería era darle uno y no lo había
convencido. Se calmo gracias a Carlitos “el guajiro” y Augusto “ el pirata” que
la conocían y la consolaron. Estaba deschavetada, hace un tiempo, predicaba en
las redes que para evitar terroristas musulmanes, era mejor cortar por lo sano
y “matar los niños refugiados así no se convertirían en terroristas.” Le dieron
miles de madrazos.
La legión de lagartos descanso
el trono frente al Atrio.
Vela batería, Becerra guitarra, Guzmán
bajo, Betancourt piano y El Pecos sintetizador prestado por el padre de Hernando
y estilo Eno, puro colchón o ruido, interpretaron “el kirieleisón”, como en mazmusika,
aquel estudio donde grabaron por primera vez.
De pronto, saco unos bongos para
tocar con ellos, la dejaron, desde el rincón ni se veía ni se escuchaba, los
caribeños le habían subido el ánimo.
Fue un toque intimo, pura
esencia, como quinteto de música de cámara.
Del Atrio, a pulso, los lambones
alzaron el trono y con el brazo estirado, otra vez, al paso de la música de
“los molestos”, fueron hacia el centro de la plaza donde posarían los restos
hasta el final del espectáculo, donde cualquier cosa podría pasar. El ultimo
movimiento de “ Los Molestos” fue “multo rápido” por lo que la gente ya lo
tenia prendido y empezaba a prenderse. Volaron sobre ellos mil doscientas
veinte y pico de almas y se instalaron como espíritus santos, formaban una nube
de humo con aroma a yerba buena, el mismo aroma de los camaradas que andaban
alerta por ahí, por si Hernando deseaba tocar, estaba molesto.
El cartel de las super estrellas
se había cerrado Y todos los maestros y aprendices tendrían un ratico en el
escenario, se turnarían como en los grandes shows de los verdaderos maestros y tocarían
en diferentes grupos o categorías. Después de “Los Molestos” que se lucieron
con su obra sinfónica, muy apropiada para la entrada triunfal en la plaza y la
vuelta al ruedo seguirían, en este orden, las siguientes categorías: Los Desagradecidos,
Los Deplorables y los Ratones. Para el final y como invitados especiales
estarían “La pestilencia” y la “oscuridad” presentados por el Dr. Rock.
La gente estaba trabada e
ilusionada, rockeros viejos y jóvenes deambulaban esperando el gran show. Se
veía movimiento en el vasto escenario y la gente se empezaba a apretar.
Mientras tanto, el Marciano, Hernando y el Pecos comían almojábana y obleas
donde mick jagger, una viejita con menos arrugas que Mick y que sobre vive
gracias a el. Ojala la policía no la coja a trompadas y bolillo por estar
vendiendo obleas en la calle a estas alturas de la vida. En otras partes del
mundo le pegan un tiro y dicen que era de gracia, en defensa del policía. Siempre
han sido brutos pero ahora, además, son brutales en todo el planeta.
Esperábamos que hoy, fueran civilizados todos aunque el show iba a continuar
como fuera, llueva, truene, relampagueé o nos bombardeen.
Se apagaron todas las luces y
desde la penumbra Armando Plata, con su poderosa voz pidió un minuto de
silencio en honor al maestro. El silencio fue “Sepultura”, se encendió la luz
negra debajo del trono que tenia el féretro y salieron los chorros de humo
dando aspecto teatral a ese estremecedor cuadro, tal y como la había diseñado
el gran Lanzonni. El minuto paso como soplo divino y la plaza entera entro en jubilo y a algunos les estallo el éxtasis,
Bogotá, del putas Bogotá, gritaba y brincaba la gente, lo que hacia que el
cajón saltara a contra tiempo.
A medida que Armando anunciaba
los maestros que integraban la gran banda de “los Desagradecidos” estos iban apareciendo perseguidos por los
rayos multicolores de las luces robóticas y su negra conciencia. Conocían al
dedillo todos los años de trabajo y sacrificio, habían disfrutado de las mieles
y ahora porque la verdad no gusto se disgustaron y como el policía que asesina
un joven por la espalda y a mansalva vienen todos cambian la escena del crimen le ponen un arma
al joven y en manada se auto defienden cubriéndose con aquello de la
“integridad de cuerpo” o peor, lo que es con el es conmigo. Así son los cuerpos
que conforman la gente, esa que tanto miente, y así eran todos los maestros que
conformaban esta gran banda de desagradecidos y si que los hubo!
Entre la gente estaban otros,
había neurosis, pasaportes, zonas postales, las hermanitas Calle encarnadas en
Juanes por lo que entro, en cambio, a Vives lo mandaron para la mierda con sus
acordeones, cajas y guacharacas. Un tal Felipe Iragorri quería cantar la
canción que lleva componiendo cincuenta años. Juancho y Pillo lo sacaron a
patadas con la complacencia del Pecos que conocía bien a ese otro desagradecido
y de paso también le dio su patadón, sabia
porque, ni aulló, salió corriendo con el rabo entre las piernas.
El toque fue largo, larguísimo y
descoordinado, los maestros estaban gaga, la época gogo ya los había atropellado, eran músicos
viejos viviendo del pasado, no tenían nadita que re-editar, solo retratos,
recuerdos y ensayos mal grabados, pero eran los maestros y eso no se podía
olvidar. Recordaban a los serénateros, esos tríos de viejos que llegaban con el
marido borracho a cantar sin ti y contigo aprendí, hoy amplificados son el
Juanes copiando las Calle o Vives al asesino Diomedes.
La gente lo noto y se cabreo,
empezaron los chiflidos. La comunidad gay se fue despacito, muy despacito, iban
a perrear a otro lado. A los ochenteros se les hizo frondia la exhibición de
prepotencia, eran los que chiflaban y los nueva ola, extasiada, esperaba, sabían
que algo tenia que pasar, no los podían dejar así.
Los Deplorables, cuyos
integrantes participaron dia a dia cocinando los éxitos, decidieron no exponerse ante un publico tan
hostil y se fueron despacito muy despacito, eran los que conocían al dedillo
los pormenores y con todo y eso “se hacían los webones” eran fieles jihadistas
y morirían ciegos, sordos y mudos, no eran mas que hipócritas.
La gente estaba peor, los de la
pecera blindada empezaron a llamar sus escoltas y asesinos, tanques estilo Tarkus
con caparazón de armadillos empezaban a rodear la plaza, sabían que cualquier
cosa podía pasar.
Al Essgarrr, la rata con botas y
madre de los ratones, tan pronto grito desafinado, te quiero, si , si, si… le
llovieron botellas y como su nombre lo indica salieron pitados.
Ya solo quedaban los invitados
especiales a cargo del cacique de las tribus, el Dr. Rock, La Oscuridad junto a
la Pestilencia.
Armando Plata despidió a “Los Deplorables”
sintiendo que no se atrevieran a tocar, eran unos cobardes e hipócritas que se
creían los padres de los maestros y la verdad poco tenían que ofrecer. Dio paso
a los invitados especiales presentados por el cacique de las tribus.
El Dr. Rock subió al escenario
con sus dos grupos, la luz del seguidor lo encandelillo estallándole un acido
olvidado en sus neuronas y lo vio todo clarito, miro a la gente con desprecio,
como lo que eran, allí estaban representados todos los espías malignos, se
volteo, se subió el tapa rabo y cual Mokus les enseño el hoyo soplador, con tan
mala suerte que días antes había cocinado en su olla de barro una mazamorra y
la pestilencia invadió la plaza y la oscuridad fue total. Las tribus
enloquecieron y fue allí, en ese preciso momento cuando una luz fue saliendo
del cajón a medida que este se abría. Los indios cayeron de rodillas, como
cuando vieron el primer espejo, a todos trabados se le apareció el divino niño.
Volvía a tener razón el gran Lanzoni,
la luz negra hacia ver la sonrisa de oreja a oreja de un niño divina, ya no era
el viejo tembloroso, había reencarnado en un niño vigoroso y se disponía a
subir a los cielos, a sentarse a la diestra de otro maestro y desde allí
conducir su rebaño hacia el estrellato. Todo era verdad y el tal Pecos se
sintió muy mal, no había creído nunca en nada ni en nadie y esto le había
corrido el suelo. Compungido y arrepentido le pidió a ese nuevo divino niño que
no lo desamparara ni de noche ni de día.
Lo que nadie sabia es que era
todo ilusión, el gran lanzoni, la había hecho otra ves. Cuando la Pestilencia y
la Oscuridad pasaron y se volvió a la realidad la gente se alboroto, quemaron
el palacio de justicia y los Tarkus aplastaron lo que encontraron.
Un buitre coto rojo, que cuando
revoloteo sobre la gente, creyeron que era el Cóndor de los Andes que también
venia a rendir pleitesía al maestro, aprovecho y entre sus garras al niño se
llevo, terminando este en Doña Juana, alimentando unos polluelos en extinción
del buitre coto rojo, que gracias a este maestro ponía a disposición del
botadero ocho nuevos pichones.
Todo fue caos y destrucción,
como las caratulas de los metaleros, hubo muertos y desaparecidos, entre los
quemados apareció un desechable, lo reconocieron por su nariz de judío aunque
ellos lo niegan, dicen que era muy estúpido para ser judío, pero fue gracias a
ese estúpido que el maestro logro publicar sus éxitos y juntos pasaron a la
historia del rock nacional como miserables ladrones de cuello blanco.
Con la ascensión a los cielos,
gracias al coto rojo, el maestro paso a nuevas ligas, se convirtió en el primer
mesías colombiano que resucitaba.
La viejita ya no vendía obleas
jagger, la policía le habían destrozado el carrito y le habían dado bolillo por
vender en la calle. Desilusionada de la vida decidió cambiar de producto, ahora
vendía estampitas del divino mesías,
ese que un espíritu santo coto rojo había llevado a la diestra del santo padre
y ella guardaba entre las tetas las estampitas que vendía, junto a la cosa, por
si llegaba la policía.
Mi amorcito, amorcito decía,
mientras me sacudía, mi bella esposa, abrí los ojos y la vi sonriendo.
Con quien sueñas que estas como
convulsionando, tranquilo… ya paso!
Uff, tuve un sueño increíble!
Escríbelo propuso
Brinque de la cama
Cae la noche sobre Bogotá…