viernes, 28 de febrero de 2020

Los Festivales de la música.

Los festivales de la música.

Qué sería de la música sin sus grandes festivales.

El director Venezolano Gustavo Dudamel en el Festival de Salzburgo.
Todos los años, las orquestas sinfónicas del mundo con los mejores concertistas y sus grandes directores rinden culto a las más grandes estrellas de antaño. Ante un publico selecto y extasiado estas orquestas interpretan los grandes clásicos que se han mantenido por los siglos de los siglos. De este tipo de música, clásica, el Festival de Salzburgo celebra 100 años de existencia y para conmemorarlo toda la ciudad será escenario de grandes exhibiciones e instalaciones en sus espacios públicos, conciertos en todos los parques y por supuesto el grandioso festival que tiene la bella catedral como fondo del magno escenario -El Olimpo Clásico- donde se dan cita los mas grandes músicos, directores y orquestas del planeta.
Después del  Medioevo, donde se hacía música coral en  conventos, explotaron todas las manifestaciones del arte en todo su esplendor y con el renacimiento se salió a la calle, parques con grandes esculturas y cuadros inmensos con desnudos, empieza la comedia y el teatro popular porque los reyes tienen sus bufones para que se burlen de los demás. La música empezó a ser popular e incluso empezaron a bailar.


Empezaron los “toures” por las ciudades europeas llegando hasta Rusia;  Mozart, que nació en Salzburgo, se desplazaba de un lado para otro dando conciertos y recitales. Se inician las primeras óperas y la gente las canta a  pulmón partido porque les cuentan una historia.  En la calle la música toma otros visos, la diversión. Los poderosos, como siempre, se la tomaron y la llevaron a sus palacios para fiestas privadas.  Durante el verano, en las  noches, a la luz de las antorchas en sus jardines, los reyes invitaban a los corruptos del entorno para hablar de fechorías mientras la música sonaba en vivo y en directo. Esos mismos reyes, patrocinaban fiestas multitudinarias, donde había sexo, drogas y  mucha música con juglares, traga fuegos y bufones. Poco ha cambiado.









La ilusión de la gente, desde siempre, es comulgar con sus bandas, ver su ídolo y comprobar que no es de barro, que existe, se mueve, se contorsiona y suena. El verlos en vivo y en directo es del otro mundo, es comprobar por uno mismo que lo que oye en dispositivos lo hacen los músicos que a uno le gustan, que le mueven la aguja, unas veces te ponen a  gozar y otras a llorar. Pero también, el artista se pone a prueba cuando está ante público y demuestra su grandeza, que lo que hizo encerrado en un estudio con todas las técnicas y equipos que tienen a su disposición, rodeado de ingenieros de sonidos, productores y arreglistas se puede reproducir e  incluso mejorar cuando la hostia le llega al creyente directo a los oídos como droga sagrada y los ve como sus dioses en el escenario, ese escenario inmenso lleno de luces, pantallas y parlantes crucificados que siempre se hace presente en los grandes festivales, el Olimpo, solo para dioses.

Los festivales son eventos multitudinarios que tienen por objeto agrupar personas que tienen un gusto común, por eso existen festivales para todos los gustos musicales. Es muy reconocido por los amantes del jazz el festival de Montreux en Suiza que se celebra en la costa del lago Génova todos los años en Julio. Es el segundo festival mas grande en el mundo después de El Festival Internacional de Jazz en Montreal.


Las grandes celebraciones de rock se hacen en festivales. Cantidades de grupos de rock luchando para que los incluyan en la nómina del festival que atrae una multitud de fanáticos que eufórica canta, baila y goza. Según me han contado algunos de los que allí han estado, no existe satisfacción más grande para un músico que estar en un festival multitudinario, es allí donde se vuelve Dios con todos sus ángeles y arcángeles. Es allí donde todos los que se creen dioses, pueden competir abiertamente, están bajo  las mismas condiciones y comparten los mismos técnicos y sistema de amplificación. El festival es el paraíso y los músicos están en el Olimpo. Los pecadores,  los que asistimos, a eso vamos, a bailar endiabladamente o a oír con detenimiento, porque la música es eso, una pasión que en un festival se convierte en devoción. Algunos llegan a hacer un camino más largo que el de Santiago de Compostela solo para ver a su dios y de paso ver los ídolos de los demás, incluso aplaudir a los niños dioses que abren los festivales con la ilusión de algún día cerrarlos antes de morir, porque eso es la música una pasión a morir.


Hablando de muertos, existe un dios,  de los de verdad, que por alguna razón mágica a eso  se  dedico antes de morir, subir al Olimpo y desde allí deleitarnos con las notas más bellas que una guitarra estridente puede emitir; Jimmy Hendrix murió joven pero nunca dejó de asistir a los festivales, por coincidencia, otro muerto, este un angelito del Dios WHO, Keit Moon, el baterista, revoloteo por el Olimpo en los mismos festivales: Reading, Monterey, Woodstock, isle of White y Glastonbury. Asistieron hasta que murieron, les falto el de Ancón!





El primer festival de rock fue en la ciudad de Reading en el Reino Unido. El Festival Nacional de Jazz, pionero en los festivales de música se inició en 1961 y poco a poco empezó a programar actuaciones de diferente género hasta  convertirse en el Festival de música de Reading. Es el festival por el que más bandas de rock han pasado. The Kinks y los R. Stones en los 60’s; Flewood Mac, Cream, Black Sabbath en los 70’s; Pink Floyd, Deep Purple, Traffic, ELP, King Crimson, Genesis, repitieron varios años. Todavía continúa y  en su Olimpo han estado dioses de la talla de Cure, Oasis, Police, A. Cooper, Iggy Pop, AC/DC, Metalica, Gun n’ Roses, Foo Fighers, Green Day, RHC Peppers…




En 1967, el mensaje “canción de amor”  había cambiado radicalmente con el blues y entramos, con el movimiento hippie, en las consignas de Paz y Amor. Una multitud contagiada  quería mostrar su afecto por el movimiento y en la ciudad de Monterrey, Estados Unidos se organizó el primero de los festivales de rock masivos en tan sólo siete semanas y alcanzo los 90.000 asistentes. En el Festival de Monterrey, en 1967 se catapultó a la fama a Janis Joplin y Jimmy Hendrix. The Who, Birds, O. Redding, Greatiful Dead… estuvieron en ese primer Olimpo, el escenario de los dioses.



Como acto máximo de devoción asisten a la comunión que recaerá sobre todos en esta gran celebración, el festival de rock. Como algo insólito en un festival, la represión fue tan dura, que lograron que el público permaneciera sentado en hileras de sillas. Hoy algo inconcebible en un festival.

A pesar de los cambios de locación, la radio ubicaba a la gente desesperada de comulgar, les informada la nueva ubicación y los cambios de programación. Los organizadores ofrecían tres días de paz y música en una granja al norte de  Manhattan en el estado de Nueva York. Más de medio millón de personas iniciaron la  peregrinación hacia Woodstock, tan sólo 400.000 lo lograron, luego de dejar tirado su coche y caminar una larga jornada, por el atasco tan fenomenal. El calor del verano no hizo que estos fervientes creyentes desistieran de esta larga peregrinación, sabían que tendrían su recompensación, tres días de Música, Paz y Amor. Hubo una tremenda invasión de peregrinos que en fraternal amor, rumbearon tres días sin parar, casi hasta reventar.

En  Woodstock en 1969 se celebró el festival de rock más importante de la historia.
Cuenta Eddie Kramer, quien produjo la  grabación del festival y su publicación en un disco triple junto a una película, que todos los que se presentaron allí no volvieron a ser los mismos, que el festival les permitió tener su propio pedestal en la música universal. Santana; B,S&T; Credence C.R.; Sly & The Family S.; Joe Cocker; C.S.N.; demostraron que podían transmitir la misma energía o mas que lo grabado con todas las facilidades y técnicos en los estudios de grabación. Después de ese festival, ningún artista volvió a ser igual, como decía John Lennon, “fueron más famosos que Jesucristo” y los que asistieron sintieron una emoción más grande que los que peregrinan por la mecca o por la plaza de Pedro. Unas veces gozaron y otras escucharon con devoción, cuando todo terminó,  supieron que tampoco volverían a ser iguales, habían asistido al festival más importante de la historia del rock, habían comulgado con lo prometido, tres días de amor, paz y música con sexo y drogas abiertamente, lo que causó el pánico en el establecimiento.
Vieron con temor este nuevo movimiento.

Los europeos no se quedaron atrás y montaron su propio Festival en la Isla de Wight. Como todo lo europeo más sofisticado y elitista pretendieron controlar los asistentes haciendo que estos caminarán sobre el agua o tomaran el Ferry. Más de 300.000 personas asistieron a la tercera edición en 1970. Allí se presentaron, Jimmy Hendrix y The who, además de Jetro Tull, The doors, Joni Michell y Miles Davis. Como anécdota de ese festival, cuentan que Jimi Hendrix se subió al Olimpo cuando estaba en su éxtasis máximo Miles Davis y hubo una empatía magistral.





En Inglaterra,  en 1970 decidieron copiar a los americanos y hacer un festival de rock,  magno pero con la diferencia que seria todos los años, con las más grandes bandas de rock posibles: las emergentes y las consolidadas.
Al festival de rock en Glastonbury la naturaleza siempre le a añadido un toque especial, la meteorología de la zona hace habitual que llueva por lo que durante el festival se prevé que está siempre exista como parte de la comunión que brota desde el Olimpo y llega a los devotos asistentes. La lluvia y el barro han sido protagonistas asiduos en el festival de rock en Glastonbury. La lista de dioses es grande,  obvia mente Jimi Hendrix y Keit moon (the who) estuvieron presentes antes de morir, lo mismo que Amy Winehouse. Este festival continúa celebrándose con rotundo éxito.



Indagando sobre el tema de los festivales de rock en Colombia, me comenta Álvaro Díaz, uno de los mas importantes promotores de nuestro rock en sus comienzos que el primer Festival se llamo El Festival de la Primavera:

Antes de Ancón de Medellín, nosotros, Kolinox Unidos, organizamos el Festival de la Primavera, amén de TPB y teatros de Bogotá, antes de encargarme junto a mi socio, hermano y Amigo, Edgar Restrepo del capítulo Bogotá de Ancón-Medellín.

Organizadores del festival de la Primavera:
 Kolinox Unidos (Humberto Caballero-(RIP), Edgar Restrepo (RIP) y Álvaro Díaz)
Grupos participantes: Gran Sociedad del Estado - Terrón de Sueños - Illa y sus Hermanos - Limón y Medio - La Banda del Marciano, su debut como banda, Columna de Fuego y algunas agrupaciones emergentes. Se presentaron películas después de las 9 de la noche y alternaron en esos tres días, poetas, un santón venezolano con un mensaje tipo años sesentas.
Al igual que en todo Festival que se respete llovió pero, en general,  fue una satisfacción para nuestros afanes de hacer escena rock en Bogotá y un detonante para Ancón en Medellín
El lugar era un predio que teníamos arrendado adelante de Usaquén, Lijacá más exactamente, un gran lote, donde meses antes Gustavo Arenas y Gustavo Hincapie, quienes en aquel momento vivían en el lugar, en sus momentos de traba ejecutiva construyeron un tablado de dos metros de alto y seis de fondo y organizaron un concierto, para el cual, nosotros le coordinamos los grupos a presentarse. Tras ese primer empuje nosotros lo tomamos en arriendo y en las dos casas que tenía el predio organizamos una especie de comuna, estaba de moda en tal momento. Allí llevamos a vivir a los integrantes de Terrón en una y a los de Gran Sociedad en otra y se estableció un lugar de ensayo y un sitio de conciertos que tuvo una temporada de unas quince galas al aire libre los días domingos de ese año a los cuales asistía nuestra gente con su pelamenta libre, los peludos que provenientes de Bogotá en los buses de Flota Usaquén llenos de humo e ilusiones rockeras y que en el día del Señor extendían su trayecto de Usaquen a Lijacá.
A grosso modo esa es la historia del Festival de la Primavera, en el Auditorio al Aire Libre de Lijacá como lo anunciábamos en nuestros programas de radio, pues hasta eso teníamos en aquel momento y en los volantes que se repartían en la calle 60 y alrededores.  Ese auditorio es un espacio que tiene buenas historias por contar y que esperamos que se conozcan en un escrito que se hará realidad a final de año, es un trabajo conjunto que hacemos con otro compadre de mi época.


Colombia celebró su primer gran festival de Rock los días 18, 19 y 20 de Junio de 1971.

Se llamó El Festival de Ancón, porque  se realizó en esa zona de Antioquía.

Así recuerda Armando Plata Camacho su participación en el festival:
“Carolo”,  el hippie más famoso de Medellín y mi socio en la revista Rock, Cine y Mundo,  Humberto Caballero, se dieron a la tarea de organizar un modesto  festival de tres días  emulando la moda de los conciertos masivos, como el que recientemente se había realizado en Woodstock, Estados Unidos.
En televisión le hice algunas menciones al evento sin imaginar que la noticia del festival fuera a correr tan rápido y mucho menos que decenas de miles de jóvenes en todo el país se lanzaran a las calles, mochila al hombro, rumbo a la capital de Antioquia.
El viernes del concierto, Medellín amaneció con miles de hippies acostados en las calles. De la costa atlántica, los Santanderes, del interior y del sur del país llegaron hordas de caminantes sedientos de alcohol y hambrientos de sexo, drogas y rock and roll.
El desfile de “pintas” hacia Ancon fue interminable. En medio de su “soye”, algunos hacían la mímica de estar tocando un interminable solo de guitarra, cantaban, hablaban a solas con los postes del alumbrado público o entonaban melodías andinas con flautas y tambores como preludio de un rito “bacano” para   exorcizar un demonio colectivo.
Muchos manes estaban bien pasados y los pepos  más “colinos” llevaban días, quizás  semanas si pasar por la ducha. Varias “Jevitas”  iban cero ropa interior; para que, si “a la hora del te’   era mejor así,  sin tanto complique.
Las matronas y patriarcas del lujoso su barrio El Poblado quedaron en shock cuando sus hijos, con permiso o sin el, se fueron de camping para Ancon, a armar vistosas tiendas de campaña, que “a la larga” fueron albergue, digamos “cama franca” para cientos  de “loquitos bien corridos”
La Iglesia Católica cuestionó al gobierno por haber permitido la realización de este evento y a través de un comunicado, el arzobispo de Medellín, les suplico a los padres de familia y a las autoridades competentes, “hacer todo lo humanamente posible para preservar la buena moral y las buenas costumbres de nuestra sociedad.  Pero la suerte estaba echada; cerca de 80.000 “seres indeseables” que por tener el pelo largo y barba parecían salidos de las cavernas., estaban ahí reunidos” listos a sodarse la nota… de una”.
Fueron tres días de lluvia. Algo de sol, mucho barro, cualquier cantidad de charcos,  frío, calor, vapor, brisa, truenos, llovizna y niebla. En algunas ocasiones se fue el fluido eléctrico por lo que los organizadores interpretaron como un saboteo intencional de “fuerzas oscuras” para impedir la actuación de esos “horripilantes grupos de mechudos con música estridente”.
Los recursos no dieron para construir un escenario adecuado por lo que pusieron uno que parecía una casa hueca de dos pisos sin paredes, de ventanas con un techo de zinc sostenido en las esquinas por endebles estructuras de hierro.
La música comenzó hacia las cuatro de la tarde y se extendió hasta la medianoche,  con la presentación de sólo grupos colombianos de música pesada, tales como:  Limón y medio,  La planta, Aeda, Belcebu, Los demonios de Cali y las super estrellas,  La columna de fuego y La banda del Marciano.
A pesar de que la tecnología de los equipos de sonido y las luces era primitivo, la gente bailó, brinco, grito, se revolcó entre el barro y luego  danzo como indígenas alrededor de fogatas.
En general, la oscuridad fue la reina y la cómplice de la noche. Siluetas de cuerpos en armonioso movimiento se veía retozando entre árboles, piedras, pastizales, carpas, Ancón  era un remanso de paz, música y mucho amor.
El sábado por la mañana el valle de Ancon se llenó de bruma y de más pueblo, por lo menos 100.000 personas. Una verdadera locura, pues los servicios sanitarios no estábamos previstos para recibir a tanta gente, sin embargo, no hubo ningún incidente o algo que lamentar. Las pocas casetas que vendían café y gaseosas agotaron su existencia en minutos, al igual que los “pushers” o vendedores de droga. Era común escuchar por los altoparlantes este tipo de anuncios:
-Se informa a las pintas que quieren trabarse con acido Orange, que si lo pueden comprar el viejo Pedro, el man de camiseta negra qué está parado hay junto a la caseta de Postobon. Es seguro,  está garantizado para una buena tripiada.
-Atención se cambia una paca de sin semilla por 1 hoguera.
-Alguien tiene una mandarina (mandrax) para darme en la cabeza?
Esa mañana vi a mi colega Gloria Valencia de Castaño y a su camarógrafo haciendo un reportaje para su programa de televisión, un contraste poco usual: con su elegancia y sofisticación tratando de entender un mundo tan rebelde, anti convencional y anárquico. Gloria no aguanto mucho y se fue con sus corotos para otra parte. Yo también.  Al caer el sol, preferí dormir en una cómoda cama del hotel Nutibara y no pasar anoche trabado debajo del escenario.

Así recuerda Roberto Fiorilli, músico italiano y fundador del rock colombiano su participación:
Nosotros, con Columna de Fuego estuvimos los tres días del festival. El primer día en cuarteto con Fredy los otros dos días en trio, porque Fredy se nos perdió, con un "viaje" de cacao sabanero,....
Los equipos de sonido fueron instalados por Hernan Velez alias LOSDERNAN. Consistían en bafles verticales con 5 conos de 10 pulgadas cada uno, piloteados por amplificadores de 80 watts. había 4 sistemas de esos.
Nosotros viajamos en un Land Rover alquilado desde Bogotá y el día anterior viajaron, en un "camioncito", Álvaro Díaz con Ferdy y Edgar Restrepo Caro, con los equipos nuestros:  bafles "copiados" de los Akustic De luxe y amplificadores de 300 watts con tubos(valvulas) 807.
Allí estuvimos, recuerdo, a La Planta con Augusto Martelo, a Hope, grupo Colombo Gringo y La Banda del Marciano.
El publico calurosísimo a pesar de las deficiencias de sonido y del clima, (llovió los tres días) pero entre barro y otr@s yerbas, todo salió bien, a nosotros nos ovacionaron y corearon La Joricamba que había salido en single, poco antes !
Todos tocamos gratis!!!!

Augusto Martelo, otro pionero del rock Colombiano, recuerda su participación escuetamente:
A “La Planta”, nos fue muy bien.
Llegamos en buseta porque el aeropuerto estaba cerrado.
La Planta eran Miguel Durier, Chucho Merchán, Carlos Álvarez y yo.
Además yo toqué con Hope que fue la banda que cerró.
Otros bandas que tocaron:
Banda del Marciano, Gran Sociedad, Terrón de Sueños, Limón y Medio, Aeda, etc.

En 1974, trabajaba en el programa de  televisión Tu y la Música, que se transmitía diariamente en las tardes y pasaba conciertos de grandes artistas internacionales al tiempo que promocionaba los artistas de rock colombianos. El director del programa Armando Plata Camacho, decidido organizar un gran concierto con artistas colombianos y gracias al poder que tenía en la televisión, la radio, la prensa y la publicidad fue un rotundo éxito en la convocatoria pero un gran fracaso en la ejecución,  esta es su historia:
Rock de sol a sol.
Durante un fin de semana en el hotel Guadaira de Melgar, mientras contemplaba la belleza del río Sumapaz que pasa a pocos metros, de pronto me di cuenta que había un terreno plano que parecía una isla de cinco fanegadas, rodeada de montañas. A la izquierda del río, estaba el puente de la Carretera Panamericana y un pequeño camino de herradura que servía como entrada al potrero. 
—Este sitio está perfecto para un concierto —pensé—. Detrás de las montañas está la Base Militar de Tolemaida y por ahí nadie se puede colar porque les dan bala. El potrero esta rodeado por el río y éste es tan caudaloso que inspira mucho respeto. Total, la única forma de entrar es pasando el puente. ¡Ahí pongo la portería, y ya está! 
Cuando me reuní con el alcalde de Melgar para obtener los permisos, me sorprendí cuando el burgomaestre me propuso que hiciéramos una sociedad de la que también formaría parte el presidente del Concejo municipal. Al comienzo me pareció un chantaje y les dije que no estaba bien visto que dos funcionarios públicos participaran de un evento comercial. Al final, acordamos que yo haría mi espectáculo y ellos tendrían las concesiones para la venta de alimentos y bebidas. 
Para promover el espectáculo en el que solo actuarían grupos nacionales, hice una alianza de medios entre el periódico El Espectador, mi programa Tú y la música, Radio Tequendama, e Inravision. 
El concierto lo bauticé “Rock de sol a sol”, con música desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche, el sábado 30 de noviembre de 1974. Una frase que impactó en la publicidad fue: “Busque el sitio”, la cual despertó la curiosidad de los asistentes por preguntar el lugar del concierto. Entre los grupos que iban a actuar estaban: Génesis, Los Flippers, Los hijos del bosque, Terrón de sueños, Contrabando, Montes, Los Amerindios, Angelita, Lukas, Prana, Mangle, Silvano y su Apocalipsis, y Mr. Merlín y Albatros. 
Una semana antes del show, Génesis anunció en un comunicado de prensa que no tocaría en Melgar “porque estaban muy agotados”, noticia que me tomó por sorpresa. Luego supe que internamente había fricciones entre algunos de sus integrantes y cierto celo de compartir el escenario con otras bandas. A pesar de que les ofrecí más dinero y publicidad, Monroy y Restrepo declinaron mi invitación. Ese sería el primero de una serie de obstáculos que me tocó afrontar y que a la larga se convirtieron en toda una pesadilla. 
Otro acontecimiento inesperado ocurrió tres días antes del concierto, cuando todas las bombas de gasolina del país entraron en huelga por diferencias con el gobierno. Pensamos posponer, pero dilatamos la decisión porque existía la posibilidad de que de un momento a otro cesara el conflicto. Entretanto, a pesar de que no había suficiente 
transporte disponible por la falta de combustible, las carreteras se vieron inundadas de muchachos que venían a pie. 
La víspera del concierto el parque y todas las calles de Melgar estaban repletas de jóvenes buscando refugio para sus pies cansados, como en la impresionante escena de la película Lo que el viento se llevo, donde los cuerpos de miles de soldados muertos yacen al aire libre. Entretanto, adentro de las casas, los habitantes del pueblo armados con palos y machetes, hacían guardia para evitar que esa “horda de degenerados” fuera a entrar a sus huertas para robarles las frutas o sus pocas pertenencias de valor. También se evidenciaron las primeras manifestaciones de caos por la falta de suficientes baños públicos y la escasa vigilancia de la policía. 
Ese sábado me levanté muy temprano, con el pie izquierdo. Me puse una camisa blanca de lino con un extraño diseño sicodélico de serpientes en el cuello y los botones del frente. 
A las cinco de la mañana, Julio Sánchez Cristo, hijo de mi amigo Julio Sánchez Vanegas, comenzó a vender las boletas encaramado sobre el platón de una camioneta pick up roja. Cada entrada costaba solo veinte pesos, un precio muy económico. Al lado de Julio estaba como taquillero asistente Guillermo García, quien diez años después fue gerente de producción de Punch TV y Cromavisión. 
Con los primeros rayos de la luz del día, Arturo Astudillo, integrante del grupo Los Flippers y director artístico del concierto, revisó el montaje del escenario y prendió los amplificadores del equipo de sonido. A pocos metros, un grupo de braceros contratados por Coca Cola terminó de descargar cientos de cajas de gaseosa. 
Me demoré bastante para llegar al área del concierto por la cantidad de gente aglomerada frente a una cerca de púas, que servía como única puerta de acceso. A mi paso, escuché sonidos de flautas y ocarinas así como los gritos desesperados de algunos fanáticos que me decían: 
—¡“Hijueputa... hermano... abra rápido que ya salió el sol!” 
Recuerdo a un joven que me comentó en voz baja: 
—Uy viejo Armando, ¿me deja entrar con esta caneca? 
—¿Qué traes ahí? 
—Sopa de hongos de Santa Lucía. 
—Uy hermano, me da pena decirte que no —le contesté con firmeza—. Me queda muy berraco autorizarte porque me metes en problemas con la ley. 
—Hermanito es pa’cerme un billete... si quiere le doy un acidito, del bueno. 
—Gracias loco, pero estoy full. ¿Sabes qué? No te he visto, ni te he oído. Nos vidriamos, ¿bien? 
El hombre comprendió y se fue con su cocinado para otra parte. 
El espectáculo comenzó solo hasta las nueve de la mañana porque Astudillo tuvo algunos problemas con los músicos de Los hijos del bosque, el primer grupo en tocar. Para entonces, más de dos mil personas que ya habían entrado, gritaban en coro, ¡Música, Música, Música! 
Con los primeros acordes de las guitarras la multitud se enloqueció y la gente de la portería no dio abasto para contener sus empujones y patadas. La oportunidad la aprovecharon los más vivos para colarse. 
En medio del despelote, el alcalde me informó que no iba a llegar el refuerzo policial que habíamos pedido al Comando Central de El Espinal, por falta de gasolina. Además, me comunicó que los pocos agentes disponibles estaban patrullando las calles de Melgar, donde ya se habían reportado algunos asaltos a tiendas y almacenes. 
Ante esa situación, fuimos a pedir ayuda al Batallón del Ejercito de Tolemaida. Allí nos encontramos con la noticia de que todo el personal estaba en una práctica militar conjunta en los llanos orientales. Solo estaban algunos soldados asignados al servicio de guardia y el personal civil de administración. 
Luego sucedió algo muy grave. A pesar de que habíamos puesto numerosos avisos de advertencia de peligro, muchos jóvenes motivados por el placer de la aventura se lanzaron al río para entrar sin pagar. Voluntarios de la Cruz Roja, megáfono en mano, les suplicaron que se retiraran. Unos pocos les hicieron caso pero los demás en medio de su locura, continuaron. Solo lograron pasar los que sabían nadar muy bien, los otros, lamentablemente, se ahogaron. ¡Una verdadera tragedia! Vi morir a un joven al que se lo tragó la corriente en un recodo del río, debajo del puente. Su cuerpo apareció kilómetros más adelante, en un área conocida como el Valle de los Lanceros. 
En medio de la confusión, afloraron los chismes y las noticias. Se rumoró que por lo menos diecisiete personas se ahogaron... Que una pareja supuestamente murió a consecuencia de una mordedura de serpiente, cuando hacía el amor... Que un soldado le disparó a dos muchachos por traspasar el área militar... Que alguien se rodó por un precipicio, etc., etc. La Cruz Roja confirmó oficialmente tres personas ahogadas y una desaparecida. 
Al mediodía, la temperatura alcanzó los 40 grados centígrados y el sol canicular era insoportable. Como si fuera poco, el camión del hielo que estábamos esperando no pudo llegar por falta de combustible. En el concierto, Coca Cola vendía sus refrescos a dos pesos, sin refrigerar. Afuera, su competencia, Gaseosas Postobón, las puso a mitad de precio y bien frías. Esto hizo que la gente saliera en masa para mitigar su sed pero se encontró con una multitud que quería entrar y no los dejó pasar. Se formó un trancón impresionante que dejó como resultado varias personas desmayadas con severos episodios de insolación. Para evitar más problemas, di la orden de suspender la venta de boletería y abrir las puertas de par en par. 
El tiempo me pareció eterno ese día. Lloré. Me dolió profundamente la absurda muerte de esas personas aún en la flor de su juventud, e indirectamente me sentí culpable de lo sucedido. Me pareció absurdo que el esfuerzo realizado para promover la música hubiera generado un efecto desastroso donde todo se me vino abajo, como fichas de dominó. El evento en lo económico fue un fracaso, y la taquilla escasamente alcanzó para pagarle a los músicos y al equipo técnico. 
Al finalizar el concierto el panorama no era el mejor: la cárcel, llena de detenidos; los negocios, cerrados; el cura párroco, hecho una furia; el alcalde y el presidente del Concejo, atortolados por su futuro político. Como era de esperarse, al otro día estalló un monumental escándalo de prensa que me dejó muy mal parado. Estos fueron algunos de los titulares de los periódicos: 
“Asalto hippie en Melgar”. “Orgía de rock y muerte”. “Cuatro muertos en el concierto de Melgar, organizado por Armando Plata”. “Dolorosa experiencia en Melgar”. “¿Un paseo zanahorio?”. “Nutrida asistencia al concierto de Melgar”. “Armando Plata, el causante de lo de Melgar”. “Armando está de reposo”. “¿Hippies muertos? ¡Que va!”. “Mi festival fue único: Armando Plata”. “El rock y otras yerbas”. 
Esta propaganda tan negativa definitivamente afectó mi imagen profesional. Hubo algunas críticas muy fuertes, como la del controvertido periodista de Radio Súper, Jaime Arango, que pidió al Ministerio de Comunicaciones que se me cancelara la licencia de locución; o la de mi ex jefe, Arturo Abella, que calificó los conciertos de música rock como actos satánicos. Apenado y algo aculillado por semejante cagadón, me propuse salir adelante, limpiar mi imagen y no abandonar la idea de promover artistas de rock de vanguardia. 

Participe  en este festival, Rock de sol a sol, pasé toda la noche cargando los equipos de amplificación y ayudando en todo lo que pudiera para el montaje del evento. Durante el concierto fui el maestro de ceremonia y el encargado del escenario, mi primer trabajo en la música “en vivo” del rock colombiano y por haber estado en el escenario, sentí tangencialmente la emoción del público y puede ver a mis dioses bien cerquita, a Los Flippers. Allí en ese Olimpo de los dioses, en Melgar Cundinamarca conocí a Jorge Barco quien se iniciaba con su grupo Marilyn y albatros y a quien años más adelante le produciría dos proyectos importantes,  Kirieleisón (1976) y Ship (1981). Las vueltas que da la vida.

En  1980 Fonovision, además del estudio ( hoy audiovisión) estrena un sistema de amplificación para conciertos y espectáculos  con el fin de suplir las exigencias de los artistas internacionales que comenzaban  a venir a nuestro país siempre y cuando les suplieran con su requerimientos técnicos. A partir de ese año y durante toda la década, Fonovisión fue la encargada del sistema de amplificación y grabación de muchos de los artistas que nos visitaron. Entre los festivales que a los que les diseñamos y ejecutamos los sistemas de audio , video luces y proyecciones están:

En 1984, se realizó el segundo Festival de música del Caribe en Cartagena.  

Este festival es importante porque fue el primero en Colombia en que participaban  muchos grupos extranjeros, de diferentes géneros musicales y muy diverso,  por la cantidad de islas que conforman el Caribe. Fue un festival fascinante, del cual tuve el honor de ser uno de sus ingenieros de sonido.










En 1987, se realizó el primer Festival de la Luna Verde en Santa Andrés isla.  Otro festival fascinante, por el encanto de su isla y los grupos invitados, casi todos estrellas del Raguee o del folclor caribeño, tan diverso de isla a isla. Otro festival del que me siento orgulloso de haber participado como ingeniero de sonido y productor.







Lollapalooza.
Para terminar, vuelvo a la realidad de los grandes festivales de rock mencionando algo insólito, la franquicia de un festival fundado por un músico.
Lollapalooza fue creado en 1991 por el cantante Perry Farrell. Comenzó como una gira de despedida de su grupo Janes’s Addicction junto con otras bandas. Debido al éxito, el cantante Perry lo continuo celebrando y tanto lo lucho hasta que lo logró establecer en Chicago. Poco a poco también se fue celebrando en otros importantes puntos del planeta como Estados Unidos, Chile, Brasil, Argentina, París, Berlín, Madrid… la cantidad y la calidad de bandas que se han presentado en este Olimpo rotativo  por el mundo desde 1991 hasta hoy  hace pensar que es el más grande del mundo.

Qué sería de la música sin sus grandes festivales.!!!!!!!!!!